martes, 29 de enero de 2013

Ética marica/ Paco Vidarte (Fragmento)


Si nos parece evidente e indiscutible que a todo hetero se le debe exigir que no sea homófobo, ¿acaso a nosotras nos basta con ser lesbianas para que ya nadie tenga derecho a exigirnos nada?, ¿basta con ser trans para tener el cielo de la militancia ganado?, ¿basta con ser marica para que nadie pueda exigirnos ya ningún tipo de compromiso ni de solidaridad?.

¿Constituye una justificación suficiente el hecho de ser gay para no tener que asumir más responsabilidades con la sociedad ni con otro tipo de injusticias que nada tienen que ver con la homofobia?

Soy marica, luego estoy salvada. Soy marica, pero me caso. Soy marica, luego exenta de ser solidaria. Soy marica, luego justificada para no preocuparme más que de mi culo. No basta con ser marica para que tu existencia esté justificada. No basta con ser marica para que se te considere un tío legal. No basta con ser pobre, negro, bollera, parado, trans, proleta, sin techo para poder pasar del resto de la gente porque bastante tenemos con ser negros, pobres, maricas como para preocuparnos por los demás, aparte de que no se metan con nosotros. No basta con que te pisen el cuello por maricón o por negro para que tú encuentres justificado pisar por tu parte otros cuellos más débiles que el tuyo, o igualmente vulnerables, sólo que por otros motivos. No basta con ser trans o bollera para poder comportarte sin complejos como una auténtica hija de perra y pisar a otras trans, a otras bolleras, a otros emigrantes porque en algún aspecto de la vida te encuentras por encima de ellos. Que te pisen el cuello por maricón no es justificación para que, como maricón, le pises el cuello a la ecuatoriana que limpia tu casa.

Si algo así como una Ética LGTBQ es pensable y deseable, ha de partir del hecho de que la lucha contra la homofobia no puede darse aisladamente haciendo abstracción del resto de injusticias sociales y de discriminaciones, sino que la lucha contra la homofobia sólo esposible y realmente eficaz dentro de una constelación de luchas conjuntas solidarias en contra de cualquier forma de opresión, marginación, persecución y discriminación.

Repito. No por caridad. No porque se nos exija ser más buena gente que nadie. No porque tengamos que ser Supermaricas. Sino porque la homofobia, como forma sistémica de opresión, forma un entramado muy tupido con el resto de formas de opresión, está imbricado con ellas, articulado con ellas de tal modo que, si tiras de un extremo, el nudo se aprieta por el otro, y si aflojas un cabo, tensas otro. Si una mujer es maltratada, ello repercute en la homofobia de la sociedad. Si una marica es apedreada, ello repercute en el racismo de la sociedad. Si un obrero es explotado por su patrón, ello repercute en la misoginia de la sociedad. Si un negro es agredido por unos nazis, ello repercute en la transfobia de la sociedad. Si un niño es bautizado, ello repercute en la lesbofobia de la sociedad.

martes, 1 de enero de 2013

Soy lo que soy (Entrevista a Emma, por Pablo Guercovich)


Figura literaria de prestigio en Entre Ríos, el público porteño la descubrió tardíamente. En 2003, a los 89 años, publicó una novela autobiográfica en la que declaraba su bisexualidad. Hoy es escritora de culto del feminismo militante. Este es el primer reportaje en el que habla de su sexualidad.

Emma Barrandéguy tiene 91 años. Poeta, narradora y dramaturga nacida en la ciudad entrerriana de Gualeguay, donde reside, ha ganado en dos ocasiones el prestigioso premio Fray Mocho, la mayor distinción literaria otorgada por el gobierno de Entre Ríos: en 1970 por la obra teatral Amor saca amor, y en 1984 por la novela Crónicas de medio siglo.

Sin embargo su figura se hizo conocida en los círculos intelectuales porteños sólo a partir de 1997 gracias a la publicación de Salvadora, una mujer de Crítica, biografía de Salvadora Medina, la poeta y dramaturga, bella, indomable y sexualmente voraz esposa del fundador del diario Crítica, Natalio Botana, de la que Emma Barrandéguy fue secretaria privada cuando vivió en Buenos Aires.

Recién en 2002 conquistó al público porteño (y, por lo tanto, alcanzó “proyección nacional”) cuando se editó su novela Habitaciones, que el diario El País de Madrid calificó como “uno de los más singulares relatos que se publicaron en Buenos Aires en los últimos tiempos”. Evidentemente autobiográfica, Habitaciones implicó para la autora la declaración de su bisexualidad.
Flamante figura de culto del feminismo militante, que no teme ahogarla en bronce, la irreverente Emma Barrandéguy exige, en verdad, que le correspondan. Una manera es preguntarle por su sexualidad.

Cuatro y cuatro

–¿Usted ya había tratado el tema de su bisexualidad en algún libro anterior?
–No, nunca, pero no quería morirme sin hacerlo explícito. Es una forma de luchar contra la discriminación.
–¿De qué manera?
–Haciendo que una persona supuestamente muy distinguida por su literatura pase de pronto a ser una lesbiana. Eso es lo que hay que desear: que una lesbiana se integre no por sus preferencias sexuales sino por sus méritos. La vida privada no tiene nada que ver. Si yo soy una persona que de acá (señala su cabeza) parece ser notable, también tengo mis gustos. Porque si yo te digo la cantidad de personas con las que me acosté, cuatro hombres y cuatro mujeres, por ahí vos te considerás con derecho a decirme “pe”, “u”, “te”, “a”. ¿no? Porque yo probaba, ¿viste?
–¿Pero ese es un número real o usted me está dando un número al azar?
–No, es real.
–Pero es poco.
–¿Es poco? Bueno, pero para una mujer de Gualeguay... Actualmente tengo una relación lesbiana. Pero te aclaro que me considero bisexual. Los viejos también tenemos deseos sexuales, a pesar de lo que vos podés creer, tanto los hombres como las mujeres. Las mujeres tienen más posibilidades, porque dependen del clítoris nomás. Y bueno, lo pueden hacer solas, también. Y lo hacen las viejas...
–¿Y cree que se sabe aquí, en Gualeguay, que usted ha tenido relaciones con mujeres?
–Y sí, Habitaciones yo no la vendí acá, pero la compraron.
–¿Antes ya se sabía?
–Creo que se sospechaba, ¿sabés por qué?, porque le he oído decir al personal doméstico cosas que parecen dirigidas a mí. Quiere decir que algún rumor habrían escuchado. A mí no me decían nada directamente porque las hubiera echado. Pero yo he escuchado a una decir: “No hay cosa que me repugne más que ver besarse a dos mujeres”. Porque había visto a la Madonna, 
que se besó no sé con quién.
–Con Britney Spears, otra cantante. Marketing. ¿Qué opina de eso?
–Si vos mezclás lo que hacés con un poquito de sexo, vendés más. Yo no vendí nada de Salvadora, pero cuando le puse un poquito de sexo vendí en Alemania, en España, en todas partes.
–¿Sabe que está de moda el jugueteo sexual entre las adolescentes, incluso en público?
–Es por la televisión. Además hay una serie sobre lesbianas en los Estados Unidos, por ejemplo.
–¿Eso es bueno?
–No, yo creo que es malo. Porque no hay que difundir conductas, no hay que obligar a adoptarlas. Que cada cual haga lo que quiera. Las chicas ven eso en la televisión y bueno, así como se visten igual, en esto es lo mismo.
–¿Y por qué la televisión lo hace?
–La televisión está hecha para no pensar.



Liberarse del hombre

–¿Usted cree que algún día se va a considerar normal la homosexualidad?
–Nunca. Mientras exista una religión que introdujeron los judíos 
y se llama cristianismo. Si uno lee Memorias de Adriano [de Marguerite Yourcenar], ya sabe que los romanos tenían el amigo para convivir y hacer guerras, leyes, todo, y la mujer para reproducción. A eso no se le llamaba homosexualidad.
–¿Qué era?
Era algo normal. En África y en Asia no es algo reprimido. Las religiones orientales son más tolerantes, y las tribales, con más razón, porque suelen vivir promiscuamente, y donde se vive así...
–Su libro fue tomado como bandera por militantes feministas, ¿qué opina de eso?
–Está bien. El movimiento feminista me merece mucho respeto. Mirá, el hombre ha progresado, está menos machista, pero yo no creo que esa característica se pueda extirpar porque entre los animales el macho siempre domina a la hembra, y nosotros nos estamos volviendo cada vez más animales. Además, antes que la mujer, tiene que liberarse el Hombre (con mayúsculas).
–¿Y usted cómo concibe la relación entre dos mujeres? ¿Una relación que se aparta de esa cultura del macho?
–Se aparta. Yo la he considerado una variante. Mi pareja, ­que es casada y tiene hijos, me dice que siempre ha sentido sumisión. 
Se ha sentido usada, más que querida. Aunque ahora me he enterado de que hay servicios de ayuda para mujeres golpeadas por sus parejas mujeres.
–¿Qué diferencias ha encontrado en sus relaciones con mujeres y sus relaciones con hombres?
–Que con los hombres no sentía placer. Me sentía usada. Claro que también está la ternura, la confidencia, el compañerismo. Yo he tenido un hombre que era muy tierno, aquel al que le dediqué mi libro Habitaciones. Pero no andábamos en la cama. Por eso no me casé con él. Yo dije: “Me caso con este hombre”. Pero no pudo ser.
–¿Usted se empeñó de alguna manera en tener una relación...?
–¿Normal? Sí, me empeñé, sí.
–¿Por qué?
–Y, porque me hubiera gustado más tener familia y chicos.
–Le hubiera gustado tener hijos.
–Sí.
–¿Y qué pasó? ¿Fue sólo que no encontró el hombre adecuado?
–Yo creo que fue un defecto físico mío. Ahora lo comprendo. 
No poder tener hijos. Yo me acuerdo de un médico que me dijo: “¡Usted es como mi mujer: fría!”. Después me mostró el retrato de una mujer pechugona. Y claro, yo salí a mi madre: no tengo nada.
–Me contó que está leyendo un artículo de Freud sobre homosexualidad.
–Ah, sí, el primer caso que se le presentó de homosexualidad femenina. Pero ahí la homosexualidad está con un gran enamoramiento, que a mí me parece que sólo de adolescente se puede tener. Después ya no, se busca porque se necesita placer, o complacencia, o compartir cosas.
–¿No hay idealización?
–Yo no idealizo al otro, yo lo quiero con defectos.
–Usted dice: “Me hubiera gustado tener una relación normal”. Utiliza el término “normal”.
–Claro, o sea: aceptada socialmente. Poder tomar de la mano a mi pareja, ir a bailar. Ser aceptada.
–Le hubiera gustado serlo
–Como a todo el mundo. Todos quieren ser aceptados socialmente.
–¿Y usted considera que no lo es?
–Ahora sí, pero me respetan porque salgo en televisión.

Fuente: Sidus.com.ar 

Fragmento de Habitaciones, de Emma

“(...) John y mi marido salieron a buscar más bebida. Quedamos solas; yo en la cocina, preparando algo de comer. Pretexto para no quedarme frente a frente. Pero tal vez ella aguardaba ese momento y se vino a la minúscula cocina a ayudarme con las cacerolas. “Qué hacés me dijo, tuteándome por vez primera, dejá eso. Tenés ganas de que te bese, ¿no es así?” Sorpresa y timidez me trabaron la respuesta. Sólo asentí con la cabeza. Se hincó en el suelo frente a mí, con ademán resuelto levantó la pollera, bajó la bombacha y me besó. Y yo esperando con mis labios hambrientos. A partir de ese momento, toda yo fui un ser ansioso, enloquecido, frenético, detrás suyo como un perro tratando de repetir una experiencia que no había pasado de eso, pero que se convirtió para mí en una muestra de sabiduría, de deferencia, de halago, de cariño, de algo diferente de lo que era nuestra vida de grupo humano sin ton ni son. Ella no había bebido demasiado, ella sabía que yo la esperaba, ella había elegido el momento pero luego, al oír el ascensor, se había levantado y vuelto a su asiento, sin otra referencia posterior que alguna mirada de complicidad. Me querías, ahí me tienes, parecían decir sus ojos. Yo soy así, cherie. Nunca más logré, sin embargo, encontrarla a solas, nunca más pude siquiera devolverle como ansiaba una torpe caricia mía. Aquel aterrador e inigualado momento se perdió entre tantos otros y me dejó una sed intensa, una violencia diferida y el deseo inalcanzable de recostar mi cabeza entre sus pechos caudalosos y tentadores”.