domingo, 27 de octubre de 2013

¿Por qué decir un paisaje?



El viaje lo trajimos lo mejor que se pudo. De todas las mariposas de alfalfa que nos siguieron desde Mansilla, la última se rezagó en Desvío Clé. Nos acompañamos ese trecho, ella con el volar y yo con la mirada. Venía con las alas de amarillo adiós, y, de tanto agitarse contra el aire, ya no alegraba una mariposa sino que una fuente ardía. Y corrió todavía con las alas de echar el resto: una mirada también ardiendo paralela al no puedo más en el costado e tren que siguió.
La gallina que me diste la compartí con Rosa, ella me dio budín. En tren es casi lo que andar en mancarrón.
Los que tocaban la guitarra cuando me despedías vinieron alegres hasta Buenos Aires.
Casi a mediodía entró el guarda con paso de “aquí van a suceder cosas”, y hubo que ocultar cuanta cotorra o pollo vivo inocente de Dios se estaba alimentando.
En el ferry fue tan lindo mirar el agua.
¿Y sabes?, no supe que estaba triste hasta que me pidieron que cantara.

Arnaldo Calveyra, en Cartas para que la alegría (1959)

      

¿Por qué sueños?

Hay una practica muy sana: Preguntarse de vez en cuando para qué hacemos lo que hacemos. Eso nos salva de olvidarnos a veces que estamos vivos.
Por eso cada vez que uno pasa un tiempo haciendo algo, tiene que detenerse a preguntarse. Y eso hacemos acá. En esta especie de librito, se juntaron los sueños que escribimos con el quinto grado de la Seño Viviana este martes.
Fueron escritos en el ruido, en la cotidianeidad, en la inocencia y en el juego; como la vida.
Había un señor todo barbudo y brasilero que contaba un cuento. Y en el cuento decía que él leía. Pero que leía sin saber escribir, pero que leía sin saber leer. Decía que leía el mundo "en la danza de las copas de los árboles sopladas por fuertes vientos que anunciaban tempestades, truenos relámpagos". Y también leía en "las aguas de la lluvia jugando a la geografía, inventando lagos, islas, ríos, arroyos".
Y el decía que esas eran sus palabras. Que esos eran sus textos. Y así leía el mundo.
Después, cuando vamos a la escuela y mal o bien aprendemos a leer nos mienten. Y nos dicen que esa es la lectura. Que esa es la escritura. En realidad, siempre estamos leyendo el mundo. Siempre estamos escribiendo la vida.
Por eso escribimos los sueños. Para que los lenguajes se crucen. Para que todo se mezcle y se confunda. Y porque necesitamos saber que estamos leyendo el mundo.

Y para enseñar algo: Que la literatura, como los sueños, tiene un poco de mentira y de verdad. O no... Que en la literatura, como en los sueños, no importa la mentira ni la verdad.

Y acá están esos sueños. Todos sin nombre. Todos mezclados. Para que así todos nos confudamos y entreveremos. Les agregamos también algunas palabritas que otros han escrito sobre los sueños. Y así quisimos dar a entender que no, que los sueños no le pertenecen a nadie.

Equipo de Mediación de lectura
Biblioteca 'Esos otros mundos'
Asoc. Civil Barriletes

Devenir imaginistas



Desde la noche del jueves que estoy dando vueltas a la idea de escribir. Sin embargo, siempre me quedaba en silencio ante la hoja en blanco. No encontraba la manera de empezar. 
Y tratar de rodear con otras palabras este poema parece ser el envío necesario para que estas finalmente fluyan. 
La noche pasada vimos con mamá una película, con China Zorrilla. En esa película, Luis Brandoni es un médico sin muchas esperanzas en el mundo que decide salvarse tratando de tratar a un enfermo humanamente. El film se llama Darse cuenta, y en algún sitio de el hay un profesor, escaleras y silencio. Escena en la que este profesor señala: "Y para llegar a algún lugar vas a tener que caminar. Que no se den cuenta".
Y uno se ve tentado a pensar este trabajo como una caminata silenciosa. Al fin y al cabo, cuando más ruido hicimos este jueves por la tarde nadie se acercó de todos modos. Quizás sea porque, insisto en una vieja obsesión, sean otros tipos de redes, ángeles, vínculos, cartografías y mundos los que toquemos al caminar silenciosamente. 
Hace unos meses, en una mañana de invierno con frazadas y café con leche decidimos que nos llamaríamos imaginistas. Lo decidimos y, por mutuo y mudo acuerdo, jamás volvimos a mencionar mayormente la palabra. Menos en público. Algo de ese "que no se den cuenta" nos rodea. E incluso rodea nuestras alegremente inventadas y oblicuas maneras de ser. 
Imaginistas es una palabra robada, saqueada, que nos ha importado tan solo por su condición de ies y ges saltarinas. 
El imaginismo es un oficio, sí. 
¿Quién trabaja llenando los panaderos para que los podamos soplar? ¿Les gustaría, en serio les gustaría, ser de esos que trabajan alimentando a los peces de los iris de los ojos? ¿Quién se encarga de susurrarle a la luna que se corra de entre las nubes? ¿Quién cocina en un horno todo azul los trescientos veintidós susurros que se dicen en Paraná cada día? ¿Quién describe el vuelo de las mariposas? ¿Quiénes se encargan de cartografiar la luz para que no se nos pierda, para que nosotros no nos perdamos de ella? ¿Quién mezcla todas las consonantes con todas las vocales al amanecer? ¿Quién afloja los tornillos de las enes y las emes para que todo se coloree? 
Todos nuestros trabajos son pequeños. Transcribir un poema. Leer un cuento. Guardar un dibujo. Hacer una pregunta. 
Por ende, nosotros no sabemos quiénes hacen todas esas cosas. Pero en un mundo donde las identidades se resuelven y envuelven en “lo que hacemos”, nosotros queremos hacer estas cosas. Y es en ese hacer donde nos encontramos.
Sin embargo, creo que hay puntos donde nos hemos fugado del oficio mismo y a partir de el hemos devenido. Devenir imaginistas implica, según dicen, que el cuerpo duela para transformarse. Ya que los imaginistas creemos que no hay otra revolución posible que el cambio de la vida y que la rebelión será, necesariamente, volvernos la rosa. Tener subjetividades poéticas es devenir imaginistas. 
Esta tarde, por ejemplo, cuando Franco, hubo quien dijera nosotros te vamos a ayudar. Y hubo quien pudiera pedir a otro que de un abrazo a un niño –ojalá que nunca, nunca, falte a quien pedir que dé un abrazo a un niño. Hubo que entender que abrazar puede ser violento. Que no siempre estamos preparados para abrazar, como que nacer no basta para habitar este mundo. Hubo formas, gestos, señales y envíos que evidenciaron, esta tarde cuando Franco, que existen líneas, redes, que nos subyacen y conectan. 
Pienso en esto: Una estudiante de filosofía a punto de recibirse toma un niño entre sus abrazos y lo aprieta para que no golpee a otro. Ella hace fuerza; seguramente, ella es golpeada. Una estudiante de letras de diecinueve años que se esfuerza por darse un sitio dentro de este mundo, cose en su casa de Crespo las tapas de un libro de poemas. Alguien se para y escribe ¿qué es volvernos una rosa? Una chica que jamás tuvo que ver con los movimientos “populares” va a una institución que retiene jóvenes menores de edad con problemas con la ley y lee. Una chica se sienta en una escuela paranaense a hablar con un niño sobre qué es hacerse preguntas.
Conjugaciones, tonos, de la subjetividad inusitados. Archipiélagos de nuestro cuerpo jamás visitados. Modulaciones de nuestra voz poco usadas. Afectaciones de nuestro ser desconocidas. Formas todas de la rebelión.
Si lo que hay que cambiar en el fondo es la vida, debe caber dentro de nuestro desafío el cambio de nuestras formas de habitar el mundo. Rehacernos en el hacer. Amasar todas nuestras palabras de nuevo o, acaso, por vez primera. 
Los imaginistas somos quienes caminamos dentro de instituciones que poco saben -o quizá algo sospechan- de nuestra condición. Buscamos a niños y grandes para nos digan palabras porque las necesitamos. Porque necesitar palabras es reconocerse incompletos. Porque buscarlas implica horadar el mundo. 
Quienes hemos, de repente, una mañana como cualquier otra tan nubes al oeste, devenido imaginistas nos despertamos con una mancha azul, naranja, amarilla o turquesa sobre nuestras espaldas. 
Los imaginistas creemos que la poesía es una forma de ser y estar en el mundo. Y por eso luchamos para que esa sea la manera de existir nuestra y de otros. 
Andamos con nuestra micropolitica poética por las calles y nos enfrentamos al dolor, sí, porque justamente no nos hemos creídos los discursos fáciles. No somos tontos, pero esta es la más genuina forma de lucha que hemos hallado en medio de una hegemonía. 
Y la única manera de rehacernos. De dolernos. De decirnos. De volvernos la rosa.

jueves, 17 de octubre de 2013

Anudados a la provincia de la ternura



Se realizó en la sede de Agmer Paraná, el 1er. Panel Literatura y Territorio, con el propósito de abrir espacios de debate y divulgación en torno a una posible literatura entrerriana. Fue en el marco de la III Muestra Imagen Joven, y contó con la organización de un Grupo de lectura dedicado a esta temática.


Desde comienzos de este año, en la ciudad de Paraná se conformó un Grupo de lectura en torno a una posible literatura entrerriana. Conformado por estudiantes universitarios (Jeremías Bourbotte, Luz Omar, Hernán Hirschfeld y quien escribe), el grupo busca explorar y conocer un corpus de texto atravesado por distintas problemáticas.

Necesidad de agruparse
La necesidad de agruparse en un comienzo surgió por la falta de acceso y circulación de ese corpus. Como estudiantes cercanos a la literatura, no podíamos más que sorprendernos de nuestro tardío acercamiento a obras como las de Mastronardi, Veiravé, Zelarayán y Calveyra –por mencionar solo algunos casos. Obviamente, esto conllevó indagar las razones de este “ocultamiento” o “distanciamiento” que tuvimos frente a esos textos. Nos fuimos dando cuenta de que esos textos eran difíciles de encontrar, poco estudiados en general –aunque siempre con más que loables excepciones-, y algunos de ellos, editados pocas veces. Y a estas problemáticas de acceso material a los textos, se le suma la falta de mediadores –docentes, bibliotecarios, por ejemplo- que nos acercaran –simbólicamente- los (y a los) textos.
De allí que se decidiera comenzar a leer por fuera de nuestra formación académica –pero siempre en un doble juego de adentro y afuera de ella, provocando múltiples envíos. A esta decisión política, se acompañó la necesidad de comenzar a leer juntos, provocando una práctica de lectura crítica colectiva. Y para aumentar este sentido de colectividad es que nos parece que los debates y espacios de encuentro deben abrirse a más personas. En ese marco, se han realizado diferentes notas de divulgación sobre el tema, y se ha creado un blog (www.literaturaentrerriana.blogspot.com) a través del cual se puede tener acceso a diferentes textos, y conocer más detalles del grupo.
El Panel es parte de esa apuesta por espacios que nos permitan emprender un camino simbólico y físico hacia estos textos.

Derecho a un imaginario
El Panel se realizó durante la tarde del 12 de octubre en la sede de Agmer Paraná. Formó parte de la III Muestra Imagen Joven. Fue coordinado por la Profesora María Inés Asensio y contó con la participación de los escritores Adolfo Golz y Julio Federik, y del periodista Carlos Marín.
Ninguno de estos datos resulta casual. No es menor que sea el gremio docente el lugar elegido para iniciar un debate necesario sobre lo que hemos hecho con ese cuerpo de textos (¿qué hemos hecho, como entrerrianos, con Juanele?). A su vez, tampoco resulta inocente que sean escritores, profesores y periodistas quienes se confundan dentro de esta actividad. Históricamente, han sido escritores –como Luis Alberto Ruiz-, y profesoras –como Iris Estela Longo- quienes se han preocupado por atender a algo de los textos, que permitía agruparlos en torno a una posible “literatura entrerriana”. Con todos los riesgos que implica adjetivar –en este caso, como entrerriana- a una literatura.
Tema este último que fue eje del encuentro. Se señaló en este sentido, que no se debería caer en esencialismos –suponer una entrerrianía como una existencia natural a priori de la cultura-, sino entender que se trata de construcciones histórico político y sociales. Entendiendo esto se comprende cuán necesario es participar –e intervenir consciente, crítica y activamente- en estas construcciones. Abrir debate implica democratizar los partícipes de esta construcción.
A su vez, se debatieron las formas de recortar este cuerpo de textos: ¿En base a una región? ¿Es válido hablar de provincias en una literatura fluctuante? Hablando de la necesidad de una didáctica, una llegada a las aulas de estos textos, se remarcó que debería darse un lugar para estas obras dentro de la enseñanza de la Literatura argentina en las escuelas. E incluso se pudo compartir una experiencia al respecto.
Respecto a los problemas de circulación de las obras, se coincidió en el carácter de “inhallable” o difícil de encontrar de algunos textos, apuntando a su vez la posibilidad de hurgar en los archivos desperdigados por la provincia.
Se abrieron las preguntas. Y estas quedaron, en su calidad de preguntas, flotando. Y entre ellas, algunas certezas, que pertenecen, quizás, más un orden que va más allá de lo razonable, o enunciable.
Me refiero a la anécdota que Federik narró hacia el final del Panel. El escritor, contó cómo durante sus siestas de infancia y adolescencia se convirtió en un “lector de siesta”. En la biblioteca de su padre se hallaban estos autores. A los que, esa tarde, volvíamos. Al leerlos, narraba, había “algo” que nos conmovía. “Esos tipos nos conmovían. Y hubo uno que nos entró a conmover en serio”, dijo. Se trataba de Guillermo Saraví.
La anécdota, como toda anécdota de lectura, implica algunas cosas. Entre ellas, poder ver la complejidad que la lectura literaria provoca. Pero también, es el testimonio de una experiencia. En tanto que testimonio, esa lectura basta para seguir buscando las formas de pensar, leer, indagar aquello que nos conmueve en esos textos.
No se trata de pensar que hay en ellos una mera referencialidad, o que pueden ser adscriptos a las fronteras jurídicas de una provincia. No. Sino de poder preguntarnos por nuestra propia identidad –poner el yo entre signos de pregunta- dentro de esos textos. Y quizás hasta transformarla hacia adentro de esos textos.
Como Grupo creemos que nadie debe verse privado de la posibilidad de ese imaginario. Estas preguntas, que se plantearon el sábado pasado, buscan ser una invitación a la lectura, más que ser respondidas. Luchar por el derecho a ese imaginario que es interno a los textos. Por eso una de las cosas que dijimos este sábado, al abrir el Panel, fue que creemos que Entre Ríos –al menos, la Entre Ríos de la que queremos hablar- existe hacia al interior –y no el exterior- de esos textos. Una provincia imaginaria.
Imaginaría, sí. Pero quizás, la única real.


para Río Bravo
Octubre 2013