jueves, 20 de junio de 2013

Poner el cuerpo

La poética orticiana puede ser recorrida desde muchos lugares. Sin embargo, creo que la publicación de El junco y la corriente por las correspondientes editoriales de UNER y UNL amerita abrir paso a preguntas urgentes y necesarias. Por ello, aviso, voy a escribir una reseña a contrapelo.
En estas semanas, salió a la luz el tercer volumen de la Colección El país del sauce. Una colección dirigida por Sergio Delgado, y en la cual anteriormente se ha publicado Viaje a Misiones de Eduardo Holmberg y la Obra poética de Daniel Elías. Estos significativos aportes son producto de un auspicioso proyecto editorial conjunto de las universidades litoraleñas. La colección –nos informa cada tomo- “tiene como motivo la región que trazan los valles de los ríos Paraná y Uruguay, pero tienta en realidad un espacio más bien impreciso, menos geográfico que imaginario”.  Y es curioso, porque aquel texto de la solapa de cada tomo de la colección culmina hablando de una protección y cuidado del texto que nos involucra a todos.
Y es desde este lugar desde el que elijo leer esta noticia. Y nosotros, ¿qué vamos a hacer con El junco y la corriente? El libro, que es publicado este año por primera vez de forma aislada, formó parte constitutiva desde un comienzo del único libro orticiano: En el aura del sauce. Por tanto, tratar de recuperar la voz, de volver a poner en escena, esta pieza, esta nota de la gran maquinaria que la obra pone en juego, implica volver a preguntarnos por toda la obra de Juanele.

Mis contactos más fuertes con las escenas de lectura se dan en el cara a cara que implican los Talleres y los Grupos de lectura por los que elijo transitar. Hace unas semanas, un amigo me decía en uno de estos grupos que cuando era chico pensaba en Juanele como una figura mítica. Una leyenda, contada por su abuelo, que le hacia imaginar un hombre al borde del río.  Me quedé pensando en ello. Y en algo que Adolfo Golz me comentó hace tiempo a propósito de Juanele. Él me decía que a todo mundo le gusta hablar del celebre escritor entrerriano, pero ¿se lo ha leído? Estas dos aristas sobre la figura de Juanele que, obviamente, ha trascendido sus libros para pasar a ocupar un lugar en el imaginario me hacen pensar en las ‘lecturas turisticas’ que hemos hecho de Juanele.  
Habría entonces una cierta predisposición a entrar en las obras de Ortiz como turista. Es decir, como aquel que entra para ver algo que sabe está allí. ¿Y si allí no está eso? La visita turística impide, clausura, la experiencia. Del mismo modo, entrar a Juanele bajo los estereotipos de querer ver un paisaje descripto allí nos hace, efectivamente, llevarnos esa fotografía de su poesía. Entonces, clausuramos una lectura. Es decir, censuramos. Censuramos la experiencia poética misma que el texto nos propone. Si pasáramos de ver una descripción del paisaje en el poema, para ver cómo en verdad el paisaje es, en todo caso, construido desde el poema, habremos logrado abrir la lectura nuevamente. Puesto que, si lo que hay en el poema es paisaje y nada más, ¿para qué leer? Evidentemente, la poesía tiene que hacer algo. Preocupantemente, hay una fuerte negación a leer este hacer de la poesía. Es decir, una negación a poner nuestro cuerpo para que eso suceda.
Pensar esto me lleva a dos cosas. Por un lado a plantear una serie de preguntas hacia afuera del texto. ¿Qué vamos a hacer nosotros? ¿Vamos a leer Juanele en las aulas? ¿Cómo? ¿Se puede leer El Gualeguay –poema extensísimo y monumental? ¿Lo podemos leer en la secundaria?¿Nos formaron, nos están formando para hacerlo? ¿Las escuelas van a tener los setenta y cinco pesos que sale el libro para comprarlo? ¿Las bibliotecarias lo querrán en sus bibliotecas? En el fondo, la pregunta es la misma, ¿qué se hace con la poesía?

Estas preguntas, que quiero dejar abiertas aquí, me llevan a otro punto. Toda poética, escribió ya Laura Devetach, implica un ser y estar en poesía. Entender la poesía como un territorio en el cuál somos. Así estar ‘en el aura del Sauce’ implica un presente y una presencia, un cuerpo puesto en ese lugar. Y a esto quiero llegar: Leer a Juanele es una decisión política. Una decisión que debemos asumir. Y como toda acción política implica poner el cuerpo. Robar nuestro cuerpo y ponerlo como cuerpo en fuga, fuera del mundo, como lo es todo cuerpo que lee. Volver a abrirnos a la experiencia poética. Volver a colocar nuestro cuerpo en la lectura. La edición de este libro nos permite esa ocasión.  Porque eso sentí cuando leía hoy a la tarde los poemas de El junco y la corriente en una de las plazas de esta –y justamente de esta- ciudad: La lectura como forma de conquista de un territorio inasible, de una intimidad; como conquista de una subjetividad siempre perdida y vuelta a recuperar. Una canción de Gabo Ferro dice que no somos nada, nada más que nuestra mirada. Cambiar nuestra mirada, mirar con atención, detenernos a mirar, implica la más intima lucha, la más contundente rebelión sobre nuestro cuerpo.  
para Río Bravo
Junio 2013

Decir el mundo

Quiero compartir una anécdota que encontré por ahí. Es de Freire. El cuenta que durante el proceso de alfabetización de adultos en Santo Tomé y Principe en los años ’70, visitó un circulo de cultura (tal el nombre de los círculos en donde se comenzaba este proceso de alfabetización para la liberación) en una comunidad pesquera llamada Monte Mário. Había en el círculo de cultura una palabra, el nombre de un pez, y un dibujo (codificación) de la comunidad. Los pescadores miraban en silencio el dibujo y la palabra. Hasta que de repente cuatro de ellos se levantaron y miraron el dibujo y el pueblo, el dibujo en la pared, el pueblo en la ventana. Dice Freire, “Miraron el mundo afuera. Se miraron entre ellos, ojos vivos, casi sorprendidos, y mirando una vez más la codificación, dijeron: ‘Es Monte Mário. Monte Mário es así y no lo sabíamos.’ A través de la codificación, aquellos cuatro participantes del circulo ‘tomaban distancia’ de su mundo y lo reconocían.”
Desde esa anécdota quiero hablar hoy. Pero no desde ese recuerdo solo. Sino también desde las palabras que Soledad Deu, tallerista de esta casa, escribía preguntándose por el para qué de la acciones que tratamos de llevar adelante detrás de este papel. Porque Barriletes siempre ha tenido eso: Hay algo detrás del papel. Hay acciones, hay una praxis constante detrás de este papel que va de la oportunidad, del dinero, que queda para quien vende esta revista hasta la creación de una Comunicación comunitaria realmente democrática. Así cada reflexión ha sido acompañada de la acción. Y esto es así por la simple razón de que seríamos unos incoherentes, demagogos y algo bastante hijos de puta de no hacerlo así.
En ese marco, entre estas dos puntas, los Talleres que lleva adelante Barriletes este año son parte de esa acción reflexiva que busca transformar la realidad. Una acción en la que creemos.  Son los mecanismos de Educación Popular que intentamos llevar adelante, en este caso, con los niños de Villa Mabel. Y nuestras preguntas surgen desde ese lugar.
Será desde esos lugares, desde las que escribiré hoy.




¿Por qué insistir con las palabras?
            La primera vez que escuché el nombre de Paulo Freire fue en el galpón de Barri. Fue hace unos años. La Comunicadora Social que estaba coordinando el encuentro, suspiró, bajó los brazos y dijo en un momento deteniendo su discurso: Un pedagogo brasileño, Paulo Freire, dice que decir la palabra verdadera es transformar el mundo. Me maravilló. Aquella unión entre el decir y el hacer, entre la palabra y el mundo, me maravilló. Y solo porque la vida es caprichosa, puedo entender el hecho de que sería años después, estas semanas, en Barriletes nuevamente, donde encontrara el sentido más hondo de aquella frase.
En Abril de este año, la Biblioteca Esos otros mundos de la Asociación Civil Barriletes comenzó a implementar un proyecto de mediación de lectura denominado ‘La casa de las palabras’.
Este proyecto fue elaborado por los participantes del Taller de Mediación de Lectura que se realizó en la institución en Octubre y Noviembre del año pasado. En dicho taller, se recorrió a través de ocho encuentros los planteos teóricos de Michèle Petit, Graciela Montes y Laura Devetach. Estos ‘planteos teóricos’ no nacieron en el vacío, sino que están en relación intima con la práctica. En este sentido, para acercarnos a esta palabra verdadera, se pensó una instancia de praxis que fue llevada a cabo de forma promisoria: Se realizaron encuentros de lectura en la ‘Casa del Adolescente’ de Rafaela (Santa Fe) y en el Barrio La Boca, de la ciudad de Santa Fe.
Con este pequeño recorrido es que se comienza este año, y a esas inquietudes responde este proyecto. Su pregunta de base consiste en qué tipo de Biblioteca pensamos. Es así que, entendiendo, junto a Graciela Montes, a las Bibliotecas como espacios dinámicos que deben provocar ‘ocasión de lectura’, planteamos movimientos hacia adentro y hacia afuera de la Biblioteca.
Hacia adentro de la Biblioteca, y por lo tanto de Barriletes como institución, la Biblioteca se suma al trabajo que la institución viene realizando desde 2012 en Villa Mabel. Se realiza así un Taller semanal junto a los niños con que se venía trabajando tiempo atrás.  Hacia afuera de la Biblioteca, se realizan visitas mensuales a la Escuela Primaria N° 1 de TC Dr Cesar Blas Pérez Colman (Dentro del complejo Escuela Hogar). Este Taller mensual se encuentra incluido dentro de la programación curricular docente, y sienta por lo tanto un precedente de trabajo compartido entre la institución y la escuela. En los encuentros se espera trabajar la lecto-escritura, privilegiando y volviendo a poner en escena el espacio de la Biblioteca escolar.
Estas pequeñas acciones, comprenden lo que entendemos como Mediación de lectura: La Biblioteca de Barriletes no tiene sentido si no se constituye como un espacio de Mediación, es decir de encuentro con la palabra, de ocasión de la palabra. Y es dentro de este proyecto que nos preguntamos por qué las palabras.
¿Qué pueden hacer las palabras ante la marginación, la exclusión, la desidia estatal y humana que un barrio paranaense como Villa Mabel presenta? ¿Qué tiene para decir la Literatura en la primaria de la Escuela Hogar, donde una docente hace lo imposible para que la misma acción educativa se justifique ante las problemáticas sociales que atraviesan la escuela? Es desafiante creer que la Literatura puede hacer algo. Y así lo creemos.
Y en eso radica la decisión política barriletera. Como institución, no creemos en el asistencialismo. Lo que es decir que creemos en el emponderamiento de los sujetos.  Lo cual significa emprender la larga tarea del reconocimiento de los Derechos, la constitución de la subjetividad y la participación social. Y en el caso particular del proyecto que estamos llevando adelante como Biblioteca, esto es: Entender la poesía como un derecho humano; reconocer a la literatura como elemento esencial en la construcción de la subjetividad humana y buscar la forma de enunciar la palabra verdadera.



Leer y escribir con niños de Villa Mabel
Podríamos decir que, los niños con los que trabajamos en Barriletes no saben leer y escribir en la mayoría de los casos.  Pero no, elegimos entender que los niños saben leer el mundo. Y que es desde esa lectura del mundo desde la cual tiene sentido leer la palabra.
Freire cuenta que él leía cuando era niño. Leía sin saber leer. Escribía sin saber escribir. “Las letras, las palabras de aquel contexto [mi mundo] se encarnaban en el canto de los pájaros”, cuenta. Y así él leía en “la danza de la copa de los árboles sopladas por fuertes vientos que anunciaban tempestades, truenos, relámpagos”. En “las aguas de la lluvia jugando a la geografía, inventando lagos, islas, ríos, arroyos”. Así, el silbo del viento, las nubes del cielo, los colores del follaje, el aroma de las flores, la cáscara de las frutas, todo estaba dispuesto a ser leído. Porque cuando vamos a la escuela nos mienten. Y nos dicen que ahí aprendemos a leer, que ahí aprendemos a escribir. Sin embargo, hay una lectura del mundo que es anterior a la palabra.
Desde esa lectura del mundo trabajamos. Sabiendo que el acceso a la palabra debe suceder. Pero que no tiene sentido si lo hacemos desde el mecanicismo. ¿Para qué queremos decir la palabra? Y esto es lo que estaba claro en Freire, y debe estar claro en nosotros: Debemos decir la palabra para transformar un mundo que está siendo. Para aceptar que entre el tiempo y nosotros, entre el mundo y nosotros, se interpone el viento. Y cuando el viento pasa por nuestra garganta, decimos la palabra.  Y hasta acá llego. Porque escribí todo esto para poder decir que los pequeños textos que siguen han sido creados, lanzados al aire, oídos, grabados, tomados, robados en el Taller de Barriletes y pertenecen a niños que están diciendo el mundo.



-Sin titulo-

Vaca Alicia está comiendo pasto. Viene un tigre y la molesta.
-Yo estaba tranquila, dijo la vaca, con una dulce sonrisa. Voy a correr lo más rápido que pueda, así no me alcanza.
Después se puso tan feliz porque se había escapado. El león no la molesto más y ella comió hasta que se durmió.
Franco y Antonela


El padre interrumpe
Había una vez un perro y una gallina.  El perro se enamoró de la gallina.  Y el perro se hacía el que no la amaba.
La gallina le decía perro asquerosos ándate de mí casa, no te amo.
Y el perro dijo que vos me amas.
-Y mi papá no me deja tener novio. Yo quiero andar con vos, pero no me dejan.
-Vamos a casarnos, le dice el perro.
-Pero no me deja mi papá. Vamos a casarnos a escondidas, dijo la gallina. Sin que mi papá se entere. Pero ¿sí se entera?
-Pero, déjalo…
-¿Y si me mata?
-Yo te defiendo. Si yo soy hombre.
-¿Y si te gana?
-Yo me muero.
Y terminó perdiendo el padre y terminaron casados.

Carolina

-Sin titulo-

Había una vez un señor que plantó una semilla de naranja. El árbol estaba creciendo hasta que terminó de crecer y había un montón de naranjas. El señor llamó a todos sus amigos. Ellos le dijeron gracias, se pusieron muy felices y contentos.

Evelyn y Franco

Kevin Jones,
para Barriletes