domingo, 30 de diciembre de 2012

[Pensar la literatura entrerriana] Daniel Durand. Cielos, personas, flash. (Por Blatt y Rios - 2008)


Lo que entendemos como poesía argentina de hoy no sería lo mismo si no existiera el espacio que Daniel Durand ha contribuido a abrirle. Aparte de su labor precursora en publicaciones y pequeñas editoriales (18 Wiskys, Ediciones Deldiego) que desde los años noventa vienen siendo de referencia para las nuevas generaciones, Durand ha escrito libros, como Segovia o El cielo de Boedo, imprescindibles para el que quiera tener un panorama de la producción actual y algunos de sus modos más fecundos: entre otros, la incorporación natural de una oralidad cruda a un elaborado trabajo con la tradición del verso, una política de lo bajo hecha con ambición de soberanía y un tono satírico que logra reanimar el lirismo al cual está violentando. En sus presentaciones en público se destaca como un orador de una voz y un estilo singulares, fraguados con elementos del bardo, del cantante de rock y del performer.
Entrerriano de nacimiento, con más de veinte años de residencia en Buenos Aires, Durand vive en un PH de la calle La Rioja, en el barrio del Once. Allí los autores de esta entrevista compartimos con él una tarde.


-¿Qué hacés ahora con tus libros?
Entrego mi material a alguna editorial que quiera publicarme, como Mansalva, Gog y Magog o El Niño Stanton, un poco para colaborar con ellos y un poco para difundir los textos. Generalmente un autor recurre a una editorial o a una imprenta porque no sabe cómo hacer un libro; pero ese no es mi caso, yo sé cómo hacer un libro y lo puedo hacer tal vez hasta mejor que una imprenta, por el cuidado y la atención que puedo poner. Por eso muchas veces me autoedito. Eso es lo que hice con Deldiego y con mucho material, y en realidad es a lo que tiendo ahora, a editarme yo mismo, aunque por suerte tenga permanentes ofrecimientos. Y esto también tiene que ver con mi poética, en un sentido político y en un sentido estético. Siempre me propongo tener absoluta libertad para escribir, hacerlo desde un lugar personal y no tanto desde una editorial, una revista o una estética fija, negociando lo menos posible o nada con el resto.

-Hay un pasaje de El estado y él se amaronque dice: “y no había manera de contar lo que pasaba, menos mal que ahora gracias a nosotros mismos podemos contarlo”. Yo veo acá una posición no sólo respecto al lenguaje poético sino también a la forma de circulación de la literatura.
Yo hago una lectura más literal en ese texto. Me parece que hay toda una literatura de pro-testa y de denuncia que lo único que hace es ocultar un montón de cosas. Y lo que digo ahí es que mi tía quedó embarazada y se hizo un aborto casero y se murió en un hospital de Rosario. Con los presupuestos teóricos de Benedetti no era posible ese tipo de relato, y con el principio de restricción de Prieto y compañía tampoco, porque el Porto de ese texto no es, obviamente, otro que Prieto, con una frase muy estilizada de un viejo poema suyo.

-Ahora, sería interesante saber a quién te referís con ese “nosotros”.
El nosotros es de alguna manera lo que se puede llamar el primer noventa. Yo los puedo nombrar a todos y olvidarme de muchos, pero básicamente el primer noventa son Desiderio, Villa, Edwards, Rojo, Wittner, Bossi, Ainbinder, Casas, Alemián, Varela y Bianchi, entre otros, que empezamos a difundirnos a principios de esa década.

-¿Pero por dónde pasa para vos ese poder contar lo que no se podía contar? ¿Por la lengua, la tradición, por la clase social…?
Sí, pasa por lo soez, por el manejo con el detrito, el manejo con todo eso… Con lo que no se puede decir. Pasa por ir más allá del límite de lo que se puede decir y de lo que quizás te perjudica. Por ejemplo, cuando escribí “Gelman asesino” como que me fui para el otro lado, me re fui a la mierda, pero me animé.

-Pero al mismo tiempo en tu poesía hay una elegancia manifiesta. Entonces hay un permanente contrapeso, hay una hibridación. No es un contraste, porque no se nota la costura.
Sí, claro, busco que tenga un trazo, una escritura, una elegancia. Me parece que una cosa no descarta ni quita la otra. Una cosa es lo que uno piensa o sobre qué se posa y otra cómo lo escribe. Eso creo que es fundamental, pero tiene que ver con un giro respecto de lo que se considera poético y de lo que se considera valorable. Tratar de encontrar otro valor. Ayer, por ejemplo, estaba mirando una descripción de monedas, un catálogo, ¿no? Y vendían una moneda rara; la indicación decía: “moneda girada”. Moneda girada es una moneda mal impresa; las caras no concuerdan, no están para el mismo lado, una está girada respecto de la otra 90 o 180 grados. Si se quiere esto sirve como metáfora. O sea, hacer un giro para lograr lo que creo que se trata de lograr, que en definitiva es la poiesis, la ostranenie, el extrañamiento del lenguaje, buscando lo que nunca ha sido dicho. Y de lo que ya ha sido dicho tratar de escapar, por más que no lo logremos. En este aspecto yo creo que en nosotros se da una mezcla. Por un lado tenemos una formación que es de lectura, y por otro aparece una formación que es de drogarnos, por decirlo de alguna manera, o de coger, que es lo que tiene que ver con la experiencia misma. Y esta mezcla, creo, se nota en lo que yo hago. Porque tengo varios moldes para escribir, o sea, no es que esté escribiendo un libro de poemas, o una obra, y la vaya desarrollando, sino que tengo varios moldes, seis, siete, ocho… y por ahí escribo un texto y veo que va a caer en tal conjunto, o en tal otro. Realmente no creo en el cultivo del estilo, por lo menos a mí no me ha servido. Por ejemplo, cuando escribí Segovia, que fue un texto que en su momento se leyó un poco entre la gente con que me juntaba, me decían: “Ah, bueno, vos encontraste tu estilo, este es tu estilo”. Y yo me di cuenta de que ese estilo yo lo había encontrado, sí, y que podía seguir desarrollándolo, pero no quería mantenerme adentro de eso. Me aburría de sólo pensar en seguir escribiendo siempre de la misma manera.

-¿Cómo llegás a escribir Segovia?
A ver si podemos reconstruir algo. Antes de escribir Segovia tenía un conjunto de textos con los que ya estaba trabajando fuerte. Se llamaba Máquinas amarillas, era una estilización del chileno Maquieira, de los Sea Harriers, que es un libro muy lindo… y bueno, yo tenía veinte poemas que estaban para publicar pero eran muy maquieirianos. Eso es lo último que estilicé antes de Segovia. Dentro de lo que podemos llamar una estilización, fue lo que mejor me salió. Y ahí ya quedé preparado y se fueron dando cosas. Yo tenía una inclinación especial hacia la oralidad, recitaba mucho, y tenía ya como una voz que estaba formándose, o se había formado. Entonces por ahí no tenía los textos pero ya tenía un tono oral, y eso fue bastante importante para escribir Segovia. Me levanté un día y me sentí en uno de esos momentos especiales, estaba realmente tranquilo y el mate me ponía en un estado de excitación intelectual bastante intensa, y ya llevaba diez años de lecturas y formación en poesía americana e inglesa, en poesía argentina y chilena, y bueno, todo eso se sintetizó en Segovia: la estilización, más el tono oral que tenía, más mi formación… Y cuando escribía Segovia pensaba, para darme ánimo, que estaba escribiendo La tierra yerma de acá.

-¿Alguna vez te has planteado qué afirma ese lenguaje que creaste?
No me lo planteé nunca en esos términos, creo, pero pienso que todo poeta mezcla lo alto y lo bajo de sí mismo. En mi caso, apelo a una cosa baja, que a veces tiene que ver con el recuerdo, con la vergüenza, con lo ominoso, con el descontrol o lo incorrecto, y le aplico el método alto, con las herramientas de lo alto, de la belleza y de la literatura.

-¿Y qué son estos personajes que abundan en tu poesía, esos nombres que aparecen tan a menudo?
Yo nombro personas porque están ahí y porque son como la mesa y como la silla, son objetos. Son gente que conocí y de la cual me quedó cierta imagen o un episodio, y lo escribí así, poniendo énfasis en los nombres… Esos nombres tienen mucho de regodeo en la escritura, porque son eufónicos; es más, muchas veces he tratado de reemplazar algunos, por alguna razón privada, y no he podido, se complica mucho. Yo he trabajado con los nombres de mi cabeza, con los nombres que tengo en la mente, que son, bueno, infinitos, o casi infinitos, pero eso es un recurso más. Y aparte, cuando empecé a escribirlos, realmente, aunque ahora pasaron bastantes años, me parece que pensé: “Nadie nombra a la gente”, con nombre y apellido, o como en la guía, primero el apellido y después el nombre. Creo que consideré que estaba bueno lo de los nombres porque daba un efecto. Lo hice para lograr un efecto con algo que no se había usado.

-Más que como crónica personal, decís. Eran más ganas de poner los nombres que de contar algo.
Sí, eran ganas de poner nombres, porque el nombre tiene eso de que en realidad no designa nada. Para mí sí, está designando a mi tío o a un viejo amigo, pero si a vos yo te digo “Carlitos Etcheverry” no está designando a mi tío, son dos palabras vacías. O sea que es puro sonido. Hay otros casos, como por ejemplo el poema que dice “el Motoneta tiene los hombros chiquititos / y la panza y el culo bien grandes”, en donde se usa un apodo, y ahí está claro que al tipo le dicen Motoneta por la forma de su cuerpo. Eso es imagen, es construcción de imagen. Pienso que lo que intenté en esos dos versitos fue poner los elementos de una imagen y que se armara en la mente del otro.

-¿Qué relación has tenido con el Diario de Poesíay otras revistas o corrientes como el neobarroco o el neorromanticismo?
Bueno, acá una vez vino un español coleccionista a comprarme libritos de Deldiego y se los llevó para su colección privada y me dijo una cosa que me quedó grabada: “el Diario de Poesía es la enciclopedia hispanoamericana de la poesía…”. Pero a nosotros, si bien nos interesaba la información del Diario, no nos gustaban mucho los poetas argentinos que publicaban, ni la impronta solemne y políticamente correcta que tenía la publicación, el Diario era la expresión moderada de la izquierda progresista intelectual sosa que tanto detestábamos. Yo estaba del lado del bardo, del descontrol, del lado de las actitudes iconoclastas, en contra de la academia, de la institución y del monopolio que el Diario había alcanzado, en poco tiempo, pulverizando el valor de pequeñas publicaciones como la revista Último Reino, Xul o La danza del Ratón. Había que hacerle frente a ese monopolio, y lo hicimos des-de la 18 Wiskys. Creamos una opción irrestricta frente al principio de restricción que decían haber impuesto ellos, un principio de restricción respecto del lirismo neorromántico o del desborde barroco. Nosotros creamos el antídoto inmediato, a las restricciones del modelo objetivista impusimos un principio de irrestricción, y ahí surge ese modelo que hoy se designa como poesía de los noventa. Yo me oponía férreamente a que mis amigos publicaran en el Diario, por un montón de motivos. Por ejemplo, nosotros nos juntábamos, estábamos charlando y decíamos “Vamos a hacer una revista”. “¿Y qué publicamos?” “Yo tengo tal poema”, “yo tengo tal nota”, pero resulta que ya estaba todo publicado en el Diario. El Diario nos quitaba material para llevar a cabo nuestros propios proyectos. Yo me di cuenta rápidamente de eso, y entonces les decía a mis amigos que escribieran pero no publicaran ahí, que esperasen a que hiciéramos algo. Yo podría haber publicado Segovia en el Diario, porque Daniel García Helder me lo pidió varias veces, pero preferí no dárselo para publicar en otras re-vistas. Me parece que con ediciones Deldiego y con la Wiskys rompimos con el monopolio y ayudamos a crear las bases para toda la andanada de ediciones independientes que vendría después, cuando decayó el predominio del Diario. Por eso se equivoca mucho y peca de ligereza Ana Porrúa cuando me pone dentro de los poetas que lograron visibilidad a través del Diario de Poesía. No fue mi caso. Yo logré visibilidad a pesar del Diario de Poesía.

-¿Qué lugar o función ocupa entre tus libros el texto “Marquina”? ¿Puede decirse que es un arte poética?
Sí, es como un arte poética un poco engañosa. Es una suerte de arte poética en contra de las artes poéticas, en el sentido de que apuesta todo a la literatura: “no dejes que la experiencia te sirva para algo fuera de la literatura, cambiá la realidad para que se parezca a lo que escribís”. Todo por ella, ¿no? Ese texto es un texto declarativo, una enumeración de afirmaciones fuertes y un poco contrarias a lo que suele ser un ars poetica, que suelen ser algo más intelectual, literario. Esta vendría a ser un ars vitae pero de la literatura. Hay un par de frases ahí que me parece que están bastante bien, como esa que dice: “cambiá la realidad para que se parezca a lo que escribís”, que es como lo revolucionario al revés. Lo di vuelta por gusto, no hay un motivo. Si lo decís de la otra manera lo decís igual que todos, así que lo das vuelta para decirlo por primera vez vos. Es la anticareteada. Porque lo otro viene a ser como la cosa más careta: “escribí para cambiar la realidad”. Pero, aparte, en cierto modo, lo otro está diciendo que la literatura es un medio para… Y en este caso la literatura es el fin de todo. Porque en definitiva mi vida es así.

-¿Esto explicaría tu tendencia a hacer literatura, o a escribir poemas, usando como materia prima la experiencia cotidiana?
Sí, bueno, cada uno elige escribir con determinada materia prima. Yo elegí usar mi experiencia personal por mi manera de ser, por cómo es mi personalidad. Pero a mí siempre me dicen: “¡A vos, Daniel, te pasa cada cosa!”. Y se ve que yo ya estoy predestinado a eso, a que me pasen algunas cosas un poco exóticas para que después las pueda escribir. Cada uno transforma alguna experiencia que puede llegar a ser trivial o no poética en algo poético. Por ejemplo, tengo un texto de cuando usaba zapatos ortopédicos. Pienso que una persona no entrenada no ve ahí la posibilidad de generar un texto poético. Pero yo supe que ahí había algo, o se me ocurrió… Me acordé de cuando usaba zapatos ortopédicos, cuando era chico, y de que eso me llevaba a una situación extraña, que era jugar a la pelota con zapatos ortopédicos y que en vez de perjudicarme, el hecho me hacía mejor jugador, porque los zapatos eran de hierro y le pegaba a la pelota con una fuerza terrible. Tiene que ver con eso, con la extrañificación del lenguaje, con lo que opera por extrañificación del suceso. Yo trabajo de esa manera y vivo de esa manera. Como atrás de un suceso. Pienso que cualquiera puede hacer poemas con los recuerdos, con la infancia, la adolescencia, o con el amor, o con… Pero es como todo, no creo que la “poesía del yo” esté muerta, como suele decirse; lo que está muerto es la “poesía del yo” mala. Pero andá a leer el poema ese de Pasolini que se llama “Quién soy”; es impresionante. Más allá de los postulados estéticos o filosóficos sobre la muerte del “yo”, “poesía del yo” va a seguir habiendo siempre, buena y mala. O sea, Li Po escribía poesía autobiográfica, describiendo situaciones de una manera súper minuciosa, detallada y personal, y de esos va a seguir habiendo siempre, y si algún día la raza humana muta y habita otro planeta no va a faltar el poeta que diga “acá estoy en el planeta Tanto flasheando con tal cosa”, y eso va a seguir siendo poesía. Pasa que el ser humano tiene como una idea, que es la idea del momento cúlmine, que vendría a ser la poesía en sí, el acto poético, el momento poético. Cuando Desiderio te dice: “Fue un flash”, se trata de lo mismo, es el flash. La poesía tiene eso, es un flash, sobre todo la de cierto tipo: la poesía que trabaja con la imagen, o también el poema corto. Modernamente, además, todo es poesía si lo pensás así. Porque, ¿los pibes para qué se drogan? Para tener un flash. Y el flash es poesía, de alguna manera es eso. Es un asunto viejísimo; aunque ahora los pibes crean que el flash lo descubrieron ellos, es viejísimo. A los veinte años nosotros también pensábamos que lo habíamos descubierto, pero es lo mismo de siempre. El ser humano busca eso: busca tener un flash, que es un momento, una visión… La visión es esa cosa… Filosóficamente se habla del plano ontológico: don-de el bien, la verdad y la belleza se confunden, donde todo es una misma cosa, ese es el flash, y es la imagen, la visión repentina del todo.

-¿Y ahora qué estás haciendo?
Estoy con un proyecto de autoedición. Este año voy a armar libros cosidos, con lomo, y espero que sean lindos, voy a publicar trabajos míos, por ejemplo unos textos concretos que tengo, con el título de Vestigios de Nititext, y otro libro que se llama Crítica Porno. También estoy preparando la reedición de El cielo de Boedo. Además van a salir traducciones que estoy haciendo y obras de otros autores, como el hermoso poema “Terrible levedad” de José Villa. Y estoy pensando en mi taller-laboratorio donde haré todo. Tengo una hermosa guillotina Mapigraf totalmente de fundición, una hermosa prensa de hierro forjado de 1890 que dejé como nueva, una buena impresora láser, más toda una serie de implementos para encuadernación. Eso es lo que quiero hacer ahora: escribir, editarme y vender los libros, si se puede. Me gustaría que todos los escritores pudieran contar con estas herramientas, y ¡chau imprentas, chau industria editorial!


Lecturas. Daniel Durand ha publicado El terrible Krech (Deldiego, 1998); Vieja del agua (Deldiego, 1999); La maleza que le crece (Amadeo Mandarino, 1999); Segovia (Amadeo Mandarino, 2001); El cielo de Boedo (Gog y Magog, 2005); El estado y él se amaron (Mansalva, 2006) y Rutas de la inversión (Gog y Magog, 2007). También ha traducido La luna brilla fría sobre los huesos blancos, de Tu Fu; y de Delmore Schwartz El ego va siempre al volante.


Se presentó "Bombucha Season" de José Morales


El 3 de noviembre, durante el evento Suena Rizoma en la ciudad de Santa Fe, se presentó el libro de poemas Bombucha Season de José Morales. El libro fue editado por la editorial santafesina Ediciones Diatriba. Una Editorial, conformada en 2007 entre Fernando Callero y Javier Guipponi. Un par al que pronto se uniria Santiago Pontoni, quien afirmó que si tuviera que definir a esta editorial diría que se trata de “una editorial de poesía joven contemporánea”.
Callero fue encargado de presentar a José Morales, de la ciudad de Paraná, a quien mencionó como alguien que “en la adolescencia fue punk y ahora escribe poesía”. Así conocía a este poeta paranaense, escuchando algunos poemas suyos. Comparto uno:

Escalera a la fama

ser lo último
no es ser lo nuevo
ser lo nuevo es una mierda
superarte te vuelve un pelotudo
yo bailo tu rostro que está en mi cabeza

Tres preguntas al autor
-Primero quería preguntare qué experiencias crees que han influido en tu poesía, en la decisión de escribir o publicar poesía. ¿Música, lecturas, algo de lo que haya de mística paranaense?
-Principalmente la lectura de malas traducciones de letras de bandas grunge a mediados de los 90. No fui muy consciente de eso, pasaron más de quince años, es algo que pude descifrar una vez que la serie de poemas que forman parte de “Bombucha Season”  ya estaba terminada. Me gusta la poesía que te da la sensación de estar dando las primeras mascadas a un chicle bazooka de frutilla. No creo que escribir sea una decisión. Publicar esta buenísimo, pero no tiene nada que ver con escribir. No sé que es la mística paranaense. Supongo que tiene que ver con poetas como Zelarayan, Calveyra, Mastronardi, Juan L. En todo caso sería tradición entrerriana… y sí, influyen.

-¿Cómo fue el proceso de composición de este libro? ¿Los poemas se fueron amontonando o hubo una cierta planificación de todo?
-Hace dos años arranque un taller de escritura, lecturas y seguimiento de obra que dirigía Fernando Callero. En ese tiempo, los poemas que ahora forman parte del libro se fueron buscando, una aproximación que dejaba afuera a otros. En todo caso al libro lo planificaron los poemas, no yo. Incluso “Bombucha Season” se impuso solo, me ahorro el problema de buscarle un nombre. 
-Y por último, algo que me parece importante porque lo estábamos hablando con otros pibes: Creo que el libro se presento en un ambiente ideal como fue Suena Rizoma, pero, ¿se pueden crear ese tipo de espacios en Paraná? ¿Damos lugar desde lo que llamamos arbitrariamente 'cultura paranaense' a ese tipo de encuentros?
Sí. Con un grupo de amigos largamos este año dos números de un fanzine de poesía, Pegaláctico. Los presentamos en un bar (“El Coleguilla”) con lecturas de los autores que publicamos. Ese tipo de espacios, como Suena Rizoma en Santa Fe,  se pueden crear en Paraná, de hecho se crean.  Tampoco sé que es la cultura paranaense, sea lo que sea no debería importar si da o no da lugar a este tipo de encuentros. 

Para el Suplemento de la Biblioteca Popular del Paraná
Diciembre 2012

[Pensar la literatura entrerriana] - Homenaje a Emma Barrandeguy por parte del Instituto Hannah Arendt (Año 2005)




Diana Maffía: Bienvenidos al Instituto Hannah Arendt. Hoy iniciamos un ciclo que llamamos “un mar de fueguitos”. Cuando Uds. recibieron la invitación, seguramente también recibieron el cuento de Eduardo Galeano, del cual tomamos la inspiración del nombre. El cuento habla de un aborigen que sube al cielo y ve que la tierra vista desde el cielo, se ve a la humanidad como un mar de fueguitos,  y dice que hay fuegos grandes, hay fuegos pequeños, hay fuegos vivos, fuegos tontos y hay fuegos que cuando pasan arrasan todo a su paso. Yo quería homenajear a estos fuegos, estos fuegos que en tiempos de mucha oscuridad, como han sido muchos de estos años recientes en la Argentina, mantuvieron la antorcha y que son personas a las que no tuvimos fácil acceso. 

Me gusta la idea de poder  crear un puente con ellas y que nos cuenten su vida, y que en esta vida podamos proyectar otro futuro, un futuro en el que recolectamos del pasado esas historias y no otras, porque finalmente cuando uno hace no historia sino genealogía, elige del pasado las historias en las que quiere inspirarse.
Las mujeres hemos aprendido a hacer genealogía. Hemos aprendido desde el presente que queremos construir, a elegir, del pasado las historias en las que queremos inspirarnos. Y empezamos esta especie de lujo que nos damos en el Instituto y también de homenaje a esos fuegos enormes, con un homenaje a Emma Barrandeguy.
Lo  hemos pensado de una manera muy sencilla y muy cálida, esperamos, para que todas podamos intercambiar con ella. Para empezar, Emma es poeta. Entonces vamos a empezar con un poema de ella y Lea Fletcher, que es directora de Feminaria Editora y especialista en Literatura del siglo XIX, y especialmente en Literatura de las mujeres del siglo XIX y del siglo XX, va a hacer una presentación de Emma y van a tener un diálogo en donde esperamos que Emma nos cuente algunas cosas de su vida y que también nos cuente algunas cosas de su obra. Así que los dejo con lo más interesante. Empezamos con el poema.

 “Las puertas” (1974)

Un hombre. Las costas verdes, los arandizales
El mostrador donde acodabas tus hazañas,
aquellas suelas y el martillo curvo.
las telas de las nutrias,
la manta, testimonio de esa fiebre
que trajiste del Norte.
El machete triunfal sobre las pajas,
las redes abiertas junto a tus polémicas,
la canoa prestada  y los anzuelos, 
la cuadra de batatas que dejaste sembradas
entra en el territorio del recuerdo,
porque la vida de un hombre, de un loco, de un rebelde,
de un disconforme eterno
de un hombre que no supo hacer dinero
pero sí caminar, conversar, beber, estar en desacuerdo
y desatárselo en palabras a la gente,
porque la vida de un hombre como tú, digo
no es más que esto,
una enumeración de circunstancias, 
el recuerdo de un proceso,
una barba crecida, un hijo muerto, unos ojos brillantes,
grajos del Gualeguay entre los remos.
En el agua tenías que morir, no hay que asombrarse
Tendiendo redes en la noche, para pescar, por fin, tu corazón inquieto.



Emma Barrandeguy: Éste era un hombre de una familia muy rica, que abandonó su casa porque a los 13 años, el padre le pegó una paliza por sacar un aplazo y se fue al Norte y se hizo un ranchito lindísimo y contrajo el mal de Chagas, que se puede sobrevivir pero que frecuentemente dan ataques. Paró en Gualeguay. Terminó sus días de zapatero remendón, y cuando se hizo la Revolución del ‘30, que ninguno de Uds. había nacido sin duda, él fue hasta los militares que estaban en el regimiento en Gualeguay y tiró un ladrillazo adentro, como era radical, y esto casi le cuesta la vida. Lo detuvieron y lo iban a fusilar, si no le pedía todo el mundo de Gualeguay que dejara vivir a este viejito atorrante, este zapatero remendón. Ahí murió, se cayó borracho de la canoa y se ahogó en las aguas del río. Ésta es toda la historia del viejo éste.  Asarini se llamaba.

Lea Fletcher:  Justamente esta historia me lleva a una pregunta. De las cosas tuyas que yo he leído, que es casi todo menos el teatro y una parte de tu poesía, encuentro mucho autobiográfico o biográfico de tu familia. Vi en este poema, algo, un poco de Jorge, que murió de chico ahogado, de tu padre que era un hombre muy suelto que hablaba mucho de política con la gente, y sabiendo que vos comenzabas a escribir a los seis años, por lo  menos eso es lo que vos decís en la radio, por causa de un libro que te trae tu madre. Evidentemente ese libro te afectó muchísimo, ¿te acordás por qué?

E. B.: Porque ese libro, era un libro de poesías. Ese libro es de Margarita Caprile. Era una familiar de los Mitre, publicaba en La Nación, y había libros que regalaban en Clarín. Entonces, mi madre –no sé  si lo compró o se lo regalaron– me lo regaló y nos leía poesías. Ella nos leía una frase que decía que había que perdonar a esa poeta porque hacía poesía bordando en bastidor. Yo decía ¿por qué? si las poesías se podían hacer de cualquier modo. Yo me preguntaba por qué decía ella eso si la poesía sale por todos los vientos, va por todos los países.

L.F.: Para las persona aquí que no lo sepan lo que Emma acaba de citar está tanto en Andamio, como en el libro que le sigue Crónica de medio siglo. Emma comenzó a escribir a los seis años y publica en un diario algunos poemas en el ‘36, pero su primer libro se publica en el ‘64. Emma, vos habías venido ya a Bs. As., ya estabas viviendo acá y trabajando en Crítica. ¿Por qué pasó tanto tiempo entre tus primeras escrituras y tu primera publicación?

E. B.: Porque yo no pensaba en, no tenía idea de, publicar nada. Yo hacía apuntes todas las noches, y esos apuntes se transformaron después en esa literatura. Uds. se creen que es buena, pero yo no.

L.F.: Yo sí. La obra de Emma la leí hace muchos años, cuando estaba haciendo una investigación sobre las mujeres que escribían  entre el ‘30 y el ‘45. Su obra trata de esa época. Es como estar leyendo, viviendo, algo que está ahí, por la manera en que ella lo describe. Es muy vivo. Por eso es las preguntas que te quiero hacer ahora: ¿por qué tardaste tantos años en publicar? ¿por qué para vos eran apuntes? ¿esos apuntes fueron hechos en el momento de la historia que estás contando y fueron publicados muchos años después?

E. B.: Esos apuntes fueron hechos en muchas noches de aquellos tiempos. No eran libros; eran cuadernos. Un día hice el trabajo más duro, que es armar un libro y darle un formato. Después encontré un editor –Echegaray– que  nos explotaba  divinamente. Tenía una revista literaria y recibía muchísimos libros. Siempre encontraba a mujeres dispuestas a escribir y hacerse famosas que lo ayudaran. Tenía una gran pila de libros y los distribuía entre las víctimas, que éramos las que nos tentábamos con la vanidad y el deseo también de  figurar en la revistita de él. Entonces nos daba tres o cuatro a cada una y nos pedía que hiciéramos la crónica. Nosotras hacíamos la crónica, pero algunas habían firmado y entonces salían en la revista. Es así. No son casualidades las cosas.  ¿Sabés lo que pasaba? Que Echegaray vivía a la vuelta de Crítica, así que tenía imprenteros fáciles.

L.F.: ¿En qué año viniste a Buenos Aires?

E. B.: En el ‘37

L.F.: Te quedaste acá 22 años y después volviste a Gualeguay.

E. B.: Sí,  pero no tan enseguida. Viajé muchas veces. Hacía otras cosas. Vendía alhajas.

L.F.: ¿Quién las hacía? ¿Una conocida?

E. B.: Mira, yo trabajé en el Instituto de Orientación Vocacional, como voluntaria de la Facultad que estaba en Florida. Después como di con este hombre que era tan bueno,  (no recuerdo el nombre), (el Rector era  Frondizi,  uno de los Frondizi)  él me quiso tomar de efectiva, pero yo ya estaba jubilada y mi jubilación era mayor de lo que me pagaban en la Universidad,  entonces tuve que irme. Había una compañera que me dijo que el suegro vendía alhajas; ”si querés –me dijo–  vos vender alhajas, andá a hablar con él y él te va a dar un estuche”. Fui  a  hablar con él, que vivía a media cuadra de la policía y él me recomendó: “no le venda nunca a un policía, ni a los maestros porque nunca tienen plata” y me dio un estuche lleno de alhajas de oro. Yo empecé a vender, porque en ese tiempo se  podía gastar en Bs. As. Empecé a vender en el Banco Central, en la Facultad, en todas partes. Pasaba hasta dieciséis horas en la calle vendiendo y me rendía una barbaridad. ¡Ja! Mientras yo fui a lo del viejo no me rendía nada, él me daba un porcentaje.  Después fui a la calle Libertad, y vi que los relojes que yo estaba vendiendo a $400, en Libertad se compraban por  $150, entonces pensé que voy a ahorrar un poco y me los compro yo y los vendo yo por mi cuenta. Bueno, así hice, y me fui armando de proveedores  de relojería y de joyería que fueron muy buenos conmigo y las vendía en el Banco Central.

L.F.: ¿Eso fue  después de Crítica?

E. B.:  Sí, sí.  Cuando me jubilé.  Me entraba tanta plata de la alhajas que yo no llegaba a gastarla . Con eso hicimos la Galería que Uds. conocen, los veraneos.

L.F.:  Cuando vos llegaste a Bs. As. y comenzaste a trabajar inmediatamente en Crítica, vivías con los Botana ¿no? 

E. B.:  No, yo vivía con Salvadora. A veces estaba en la quinta con las sobrinas. Las sobrinas tenían una persona que las cuidaba. También fui bibliotecaria en una época. Llegaba un camión de libros, un camión volcador, y los volcaban en una playada que había en un patio. Volcaban ahí la biblioteca entera que compraban y los juntábamos nosotros y los ubicábamos en el lugar de cada uno, sin clasificarlos, porque eran muchos. Se compraban bibliotecas enteras.  Botana era un hombre muy culto, muy culto.

L.F.:  ¿Qué pasó con todos esos libros?

E. B.: Se perdieron.

L.F.: ¿El libro que escribiste sobre Salvadora se iba a publicar en la colección que dirigía Félix Luna  en Editorial Planeta? Era una colección de mujeres argentinas.

E. B.:  Sí, pero no en Planeta. Yo no sé si Félix Luna estaba vinculado a Planeta en ese entonces.

L.F.:  Entonces estoy mal informada; lo leí en una entrevista. En el libro Andamio, la voz narradora es la voz de una joven, siempre joven. Creo que sos vos.

E. B.: Yo creo también.

L.F: En ese libro además de ser la protagonista una joven, es una joven muy inquieta, muy rebelde, que admira mucho a su padre, y supongo por esas cosas que yo he admirado mucho al mío, porque vivía en el mundo de afuera, no en la casa. ¿Es cierto eso? A mí no me gustaba mucho la voz del mundo de adentro ¿y a vos?

E. B.: A mí tampoco. Pero me gusta cocinar. Eso sí, aunque soy muy desabrida cocinando.

L.F: Ésta es una cita del libro: “Lo que los demás llamaban su rebeldía, crecía con los libros leídos a montones en las bibliotecas populares. Junto con las mejores lecturas que  Herminia Brumana la iba invitando con paciencia en sus cartas”. Herminia Brumana era una anarquista, casada con un socialista, Solari. Era educadora y una excelente escritora, además de ser una mujer alta y bella, que dedicaba toda su obra  a las mujeres y a la educación. Eran sus dos pasiones. Vos leías esto y escribiste una obra sobre ella . ¿Tenés ejemplares?

E. B.:  No, tengo muy poco.

L.F.:  ¿Podés contarnos qué hiciste con esta obra? Es inhallable. ¿Podrías contarnos acerca de ella?

E. B.: Mira, a mí Herminia, me enseñó muchísimo,  porque yo  me escribía con ella. Yo, en un ataque que no sabía con quien compartir cosas en Gualeguay, me escribía con todo el mundo.  En cuanto tenía la dirección de una revista  en la que salía una nota, ya iba la carta. Las cartas llegaban en un día, entonces, porque las cartas iban en tren. Ahora quedaron todas las poblaciones abandonadas. Las cartas, ¿saben adónde las llevan ahora? A Santa Fe, de ahí las pasan a Paraná y de Paraná las distribuyen a los pueblos. Tardan seis días, y antes las teníamos en un día, porque llegaban en tren.

L.F.:  ¿En tus correspondencias con Herminia, ¿algo te hizo escribir este libro sobre ella? ¿Es sobre ella o sobre la obra de ella?

E. B.: Yo leí toda la obra de ella. Asistí a sus clases, que fueron cerca de Chacarita, en su escuela, que tenía alambrado la  escuela de ella.

L.F.:  ¿Hiciste un estudio de la obra de ella?

E. B.: Sí, y gané dos premios con esa obra.

L.F.: ¿Se la mandaste a ella?

E. B.: Probablemente no. Ella murió en el 54. Ahora te diré una cosa, esa obra no la leyó nadie. La gente lee solamente lo que tiene cosas de sexo, una mezcladito de sexo. Entonces yo me hago famosa con esa mezcladita de sexo, que corresponde a lo que exige ahora la sociedad. Ahora, a Herminia no la ha leído nadie. La habrás leído vos, pero no la ha leído nadie.

L.F.:  Lamentablemente, porque de esa época es una de las mejores escritoras.

E.B.: Y educadora también. Nunca estuvo sentada en clase, siempre dio clases de parada.

L.F.: ¿ Vos por qué ibas a las clases de ella?

E. B.: A ver la escuela cómo era.

L.F.: Pero vos eras grande...

E. B.:  Si, yo era grande pero tenía curiosidad igual.

L.F.: ¿Podrías describirnos un poco tu trabajo mientras estabas en Crítica?

E. B.:   Los siete pisos de la casa los recorría haciendo siempre cosas. Yo trabajaba en el cuarto piso en contaduría, el restaurante estaba en el séptimo, no me acuerdo todo ahora.

L.F.:  ¿No escribías?  ¿No eras periodista?

E. B.:  Sí, sí, también. Había publicado dos o tres artículos. Uno sobre Herminia, tengo los recortes, pero no me acuerdo. Ahora tengo una página en el diario, una página que abro los domingos y me entretengo con ello.

L.F.:  ¿Sobre qué escribís?

E. B.: Recorto lecturas, poesías que me mandan, muchas poesías que me mandan jóvenes. Trato de que los jóvenes se divulguen dentro de lo posible.

L.F.. : ¿En qué diario publicás? 

E. B.: En el diario local, El Debate Pregón. Está en Internet

L.F.:  ¿Estás escribiendo obras ahora?

E. B.: Escribiendo apuntes. No digas nada.

L.F.:  Precisamente eso es lo que queremos saber. ¿Cuándo te casaste?

E. B.: En 1939. En Bs. As.

L.F.:  Entonces era de Bs. As. tu marido.

E. B.: No, era un norteamericano pobre.

L.F.: ¿Él falleció hace muchos años?

E. B. :  Si, hace como 15 años. No tengo precisa la fecha.

L.F.: ¿Entonces Uds. volvieron a vivir a Gualeguay?

E. B.: No, no, no, porque él se fue.

L.F.: ¿Volvió a EE.UU.?

E. B.: El último trabajo que él tuvo fue en un petrolero. Yo me aseguré bien que el petrolero fuera a Inglaterra, porque si no, ya sabía que no volvía y me aseguró el capitán que sí, que volvía. Después fue a EE.UU. En EE.UU. desertó, como dicen los criollos, y se fue a ver a su madre a Boston. Porque él era yanqui, yanqui, es decir, era de Masachussets. Él me decía un destrabalengua con Masachussets.

L.F.: Quiero que nos hables un poco de tu poesía. ¿Vos considerás tu poesía como apuntes, como tus  novelas?

E. B.:  No, las poesías son hechas cuando viene la inspiración. Cuando la hoja en blanco te dice algo que tenés  que llenar.

L.F.: Tenés dos libros de poesía  ¿no es así?

E. B.: No, tengo más. Tengo tres.

L.F.: (Al público): A propósito, hablando de los libros de Emma ... ella trajo algunos libros que son inhallables y están ahí  afuera.    
               
E. B.:  Si quieren comprar, yo me iría allá y escuchar desde allá........(risas)

L.F.: En las primeras páginas del libro El Andamio la protagonista dice: “En general como se comprimían las gentes provincianas, heroicamente, sobre todo las mujeres, se las veía contenidas, al borde de estallar, pero acaso lo mismo  ¿no pasaba en Bs. As? ¿no era la misma maledicencia el escape de las compañeras de oficina que había conocido?” ¿Cómo compararías ahora las mujeres de la provincia, esas mujeres comprimidas de la  provincia con las mujeres de la ciudad?  

E. B.: Las mujeres de la ciudad en Bs. As. no salen de sus barrios. Yo te digo con mis familiares, de parte de mi madre, no te voy a hablar de los Barrandeguy, no salían nunca de su barrio. No van a Florida. Yo conocía más de Bs. As. que ellos. Están enquistadas en su barrio y llevan la misma vida que un provinciano, a las que yo les vendía alhajas en el Banco Central venían casi todas de la Provincia de Bs. As., de lugares cercanos y ¿qué hacían esas chicas? Entraban a la oficina corriendo, salían de la oficina corriendo, iban a cocinar a sus casa corriendo ¿qué vida tenían esas chicas? Una vida barrial, igual.

L.F.: Hoy en día  ¿vos dirías que es lo mismo?    

E. B.: Sí, con alguna variación.

L.F.: Sería un poco la mujer que sale a trabajar y viene al Centro, pero la que no trabaja...

E. B.: ¿Porqué no trabaja la que no trabaja.  No trabaja afuera. Si no hay ocio no hay problema. El ocio, dicen, se lo dio a la mujer el lavarropa y la heladera.

L.F.: Todavía la mujer se encarga de hacer andar el lavarropas y todo lo demás, así que mucho ocio no es. (Al público): Quiero leer otra cita de Emma. En su libro Salvadora, una mujer de Crítica,  dice Emma: “Alguna vez leí una entrevista a Salvadora que la ha marcado como una mujer nada convencional, así era. Por eso tal vez, no se la quería, como no se la quería a Alfonsina, en su época. Fueron sin embargo dos mujeres que lucharon duro por lo que se llama hoy el feminismo”.  ¿Vos, sos feminista?

E. B.: Yo nunca fui feminista. Porque el hombre y la mujer deben liberarse a la vez. O la sociedad debe liberarse para que sean libres, el hombre y la mujer.

L.F.: ¿Vos creés que la mujer está en iguales condiciones para poder hacerlo?

E. B.: Está luchando.

L.F.: ¿Quiénes están luchando?

E. B.: Las feministas (risas).

L.F.: Las mujeres hacemos esto y algunos hombres también. No nos olvidemos nunca de Alfredo Palacios, por ejemplo.

E. B.: Y Don Antonio Solari, el esposo de Herminia

L.F.:  Él muy feminista no era. ÉL tenía sus reuniones en el living y ella en la cocina.

E. B.: Pero no vivían juntos ellos. Eran un matrimonio moderno.

L.F.:  Vivían y no vivían juntos. Tenían sus cosas. Bueno, como muchos matrimonios hoy en día. No es tan mala idea vivir en departamentos diferentes.

E. B.: Es buenísima la idea.

L.F.: Particularmente para la mujer.

E. B.: Yo te diré que nadie cuenta la primera noche matrimonial, que hay que adaptarse a la cama de dos plazas. ¿A Uds. no les da miedo? Bueno, ahora sí porque duermen juntos antes, pero lo hacen en camas chicas igual. Hay que adaptarse a la cama grande.

L.F.: Ahora hay camas aún más grandes.

E. B.: Ahí ya no me meto.

L.F.:  (Al público):  ¿Uds. quieren hacer preguntas o comentarios?
                   
D.M.: Quiero comentar que cuando la invitamos a Emma -y quiero agradecer muchísimo a Cristina Barrandeguy, sobrina de Emma, que es alumna del Instituto Arendt-, que esta idea la acariciamos meses y meses hasta lograr, porque lo queríamos hacer en diciembre, pero no pudimos hacerlo, hasta lograr este placer que es tenerla a Emma acá. Cristina le llevó algunos apuntes del curso a Emma Barrandeguy, y Emma me mandó manuscritas, las tengo atesoradas, sus observaciones sobre mis apuntes, entre otras cosas diciéndome que yo ponía demasiado énfasis en los derechos de las mujeres, observación que mis alumnos y alumnas me han hecho también; Emma, como socialista, creía que había que luchar por la libertad de todos los seres humanos, cosa que como feminista suscribo. Efectivamente luchamos por la libertad de todos los seres humanos. Me hizo una serie de observaciones sobre partes de mis clases. Y una cosa que me encantó es que se nota que la superficie del papel lisa es una provocación para Emma. Escribía en todo el papel, entonces en los bordes o en el reverso de los papeles que me mandaba con las observaciones, había otras cosas escritas,  preciosas. Una, que estaba tachada hablaba del jardín. Decía cómo cambiaba de lugar las plantas del jardín y las rosas iban para un lado y se sacaba aquellas plantas que no le gustaban y las que daban sombra iban a ir al sol. Y al final decía el ingeniero hizo el trabajo y no cobró. Defínanme ese misterio.  ¿Era un proyecto para el jardín o era un poema? Porque era un poema.

E. B.:  Era un ingeniero, que es amigo de Adriana, que me lo mandó a casa y ella no estaba. Entonces revisamos todas las plantas con él, las que había en la casa de Adriana y en casa. Yo fui sacando apuntes y él me decía: este árbol está bien, todo eso que está escrito ahí. Yo lo escribí después y si salió una cosa parecida a literatura, fue un poco intencional, tal vez porque era  para guardárselo para ella.

D.M.: ¿Y está pasado en limpio ese poema? Va a haber que rescatarlo, porque es precioso, está tachado, pero es precioso.

E. B.: No es un poema, es un apunte.

D.M.: ¿Y por qué los llamás así?

E.B.:  Son apuntes. Yo los improviso.

L.F.: ¿Cómo pensás que la gente se siente a escribir una novela? ¿Vos pensás que todo el  mundo escribe y llena apuntes o capítulos?

E. B.: No, no. Ahora, las editoriales te dan el tema que tenés, que son trasnacionales  o supernacionales.  Adelantan  350 pesos o quizás más; para el libro forma un equipo que hace la investigación y se hace un libro sobre cualquier mujer histórica. Así se maneja ahora.

L.F.: Las grandes, puede que sí.

E. B.: Las editoriales son de todas partes del mundo, conservan el nombre de acá, pero no son nuestras. Se reúnen en Francfurt, y deciden  en Alemania, qué temas se van a tocar. Un poquito de sexo, un poquito de violencia, un poquito de lo detectivesco y aquí hacemos la receta.

L.F..: ¿Vos leés lo que va saliendo ahora en el mercado? ¿Leés más poesía que narrativa?

E. B.: Poesía. leo la que me traen.

L.F.: ¿Cómo te llegan? ¿Por el correo?

E. B.: No, me las trae una chica de Paraná

L.F.: ¿Libros de mujeres tenés?

E. B.: Tengo una página entera de poesías femeninas. 

L.F.: ¿Hay buenas librerías allí?

E.B.: No, hay una sola. Yo estoy peleada con la dueña.

L.F.:  Entonces tenemos problemas. Es difícil conseguir libros en las provincias y además conseguir un libro de otro país también es difícil

E. B.: Para nosotros es muy difícil porque son muy caros. Ahora salió un libro sobre Juan L. Ortiz que está hecho en México, pero cuesta $310.

L.F.:  ¿Porqué no nos contás que hacían en ese grupo que formaron en Claridad?

E. B.: Yo prefiero hablar de otra cosa. Con Mario Bunge formamos la Universidad Obrera.  Al  principio tenía unos asientos de paja y luego se transformó en un edificio enorme. Yo daba clases al Sindicato de la madera de Castellano, porque eran todos polacos, lituanos y ellos iban a aprender castellano; el policía que vigilaba la clase, por supuesto, también me traía los deberes. Fue antes de Perón.

L.F.: ¿Con Mario Bunge, que está ahora en Canadá? Ahora es liberal.

E.B.: Sí, sí con Marito. Te lo estoy diciendo, ¿sabés por qué? Porque hay una persona que quiere información sobre la Universidad Obrera. Yo quiero que vos me averigües dónde puedo encontrar esa información. Esa Universidad se transformó inmediatamente en un edificio enorme en Congreso, de cinco pisos creo, que después fue de PAMI. De ahí pasó a un edificio mucho más grande. Se dictaban cursos de toda clase. Por ejemplo cursos de capacitación. Los obreros eran mano de obra barata, porque no tenían capacitación laboral todavía. Eso creo o ¿me equivoco? Eso hizo que fuera muchísima gente a aprender y fue el primer Instituto que cerró Perón.

L.F.: Como lo que pasó después con el Constancio Vigil en Rosario —los militares lo cerraron y después fue apropriado.

E. B.: Vos hablás los militares del proceso. Yo te estoy hablando de Perón en el ‘44.

L.F.:  Como  este tipo de instituciones, por ejemplo, ahora tenemos la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo. Eso es gratuito o pagás lo que podés, pero es prácticamente gratuito. No hay muchas cosas así.

E. B.: ¿Quién maneja la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo?

Prof.:  Hebe de Bonafini, y en un paquetito le estoy dando uno de los libros que hacían las Madres de Plaza de Mayo, que se llama “Revolución en las casas  y en las plazas”.

E. B.: Muy bien ¿Y quién mantiene a la garrapata?

L.F.: Ése es todo un tema.

E. B.: ¿Y por qué España le retiró el subsidio por hablar bien de la ETA? Yo también hablo bien. Por ahí yo soy descendiente de vascos y hablo con un chico de España que también habla bien. Yo creo que porque ella hablaba bien de la ETA, le retiraron el subsidio que le daban. ¿Bonafini es mejor que Carlotto o las dos son buenas?

L.F.: A ver, a ver... son muy diferentes ellas. ¿Alguién quiere contestar esto? 

Participante: Bonafini dice brutalmente lo que piensa cueste lo que le cueste. La otra señora tiene cierta diplomacia.

E. B.: Yo creo que mete la pata. ¿Vos creés que tiene más mérito Bonafini que Carlotto?

Participante: La obra de Bonafini es superior a la de Carlotto. Lo que hace, su obra,  tiene más trascendencia que la obra de Carlotto.

E. B.: Yo también lo creo en cierto modo, porque la he visto desfilar en mi tiempo, abrazarse a un policía amigo que la custodiaba, y en ese entonces no había nadie, nadie que se animara a caminar por Plaza de Mayo.

L.F.: ¿Pero allí no iban todas? ¿No estaba Carlotto también desfilando?

E. B.: Probablemente, sí. Yo te digo lo que salía en el diario. A ver, a ver … discutan un poco de las Madres, que a mí me interesa, así yo aprendo, porque yo no sé más que eso, las he visto y listo. ¿Y vos que tenés para decir?

Participante: Yo lo que digo es que si uno trasciende por lo que hace, si el hombre es lo que hace, Hebe trasciende mucho más que la señora de Carlotto. Hebe hace una obra impresionante. Yo estuve en la Universidad de ella y es increíble.

E. B.: Eso en provincia se ignora totalmente. Lo sabe solamente el grupito de Derechos Humanos que hay allá, que son tres o cuatro.

Participante: Yo lo que diría  es que Bonafini sigue con la consigna “aparición con vida” y eso es imposible. Carlotto, con las abuelas y con las Madres (Línea Fundadora) hicieron un Banco de Datos, consiguió dinero no para fundar una Universidad, sino para buscar a chicos, hay 74 chicos recuperados. Me parece que las Abuelas luchan por la vida y Hebe quedó encerrada en un discurso. Para mí la diferencia que vos preguntaste es esa. Para mí, el trabajo de las Abuelas es increíble.

E. B.: Menos ideología y más actividad. Yo creo en todo esto. Creo en las Madres y las respeto,  pero ¿hasta cuándo vamos a seguir con la memoria?

Participante: Hoy soltaron a Massera.

E. B.: ¿No hay nadie que le pegue un balazo? Yo digo una cosa: si en mi pueblo inauguran una estatua de Aramburu ¿no hay ningún peronista que la enlace como salen a enlazar novillos  y la bajen del pedestal? Nosotros la obra que se hace en Bs. As. la ignoramos completamente, estando a dos horas o dos horas y media de distancia. ¿Cómo será en otras provincias que están más lejos?

Participante: Quiero hacerle una pregunta sobre el tema de la discriminación a las mujeres y su relación con el analfabetismo. Yo trabajo mucho con mujeres analfabetas y observo que no es una preocupación de la ciudad, porque en la ciudad las personas tienen acceso a muchas cuestiones. Como Ud. viene del interior ... yo muchas veces voy a zonas rurales, hoblo con estas mujeres porque me interesa mucho. Creo que sería interesante que las mujeres que piensan, las mujeres que trabajan, podamos llegar a leer alguna poesía suya porque la poesía llega rápido, emociona y que les demos un poco de aliciente en sus luchas. También trabajo con mujeres cartoneras. El otro día estábamos trabajando para que pudiera tener un carrito una de ellas, y se emocionó mucho por el Día de la Mujer. Nosotras hicimos un homenaje y me gustaría mucho poder leer una poesía suya y acercarme más a su obra, porque me emociona que una persona como Ud. que tiene tantas épocas en la historia del desarrollo del pensamiento de la mujer y de la lucha, de esa lucha que no termina nunca, pueda llegar y podamos saltar esa barrera porque interesa que la mujer no sepa para que no pueda discutir.  

E. B.: Que nadie piense.

Participante: Si, pero la mujer forma.

E. B.: En mi pueblo hay una escuela para adultos y una de las chicas que trabaja en casa, va a esa escuela de adultos. Le da mucho trabajo, porque tiene que trabajar de servicio doméstico horas y horas con poco sueldo y sin embargo hace la escuela de adultos. Pero no muchas hacen eso. Muy pocas mujeres van. Van chicos que no han aprendido, pero mujeres no. Yo no sé si es que no pueden aprender, no tienen tiempo, o porque no quieren aprender. Están completamente sometidas. Son familias de diez, once, catorce hijos. ¿Qué querés que hagan?

L.F.: El tema de la salud reproductiva es...

E. B.: ... hay mucho alcoholismo y eso los consuela el sábado y domingo de ser esclavos, porque nuestra civilización ha creado esclavos con el cuento de que son libres, porque pueden votar una vez cada dos años o tres, y ese cuentito nos lo han hecho. Yo no desecho la democracia, por supuesto, y es el único régimen que se puede tener, pero enseñar a la gente a  pensar es otra cosa. Eso se hace en la escuela o en la familia.

Participante: También hay comedores  que a veces sirven como lugares de discusión de ideas, porque la gente va, busca la comida, se reúne y a veces se está trabajando en talleres sobre Calidad de Vida, que es un poquito, claro; no se puede abarcar todas las cosas. En los derechos de la mujer, como el derecho a la educación ha habido un gran retroceso.

E. B.: A las chicas les gusta la poesía rimada. Yo no hago poesía rimada. Yo veo por las chicas que trabajan en casa, atendiendo a mi hermana, si es una poesía rimada les entra, porque es más fácil, corazón con ilusión entra mejor. Además la poesía siempre exige dos lecturas, con una no basta, pero si es rimada la repiten, les gusta. Yo no hago poesía rimada. Hay que enseñarles a ellas que hagan unas poesías. Allá hay un señor, que tiene una sala de lectura,  de cuentos y poesías que es para gente que está desilusionada de la vida, viudas  o sea que tienen  que hacer un proceso psicoanalítico, pero allí no hay y las ayudan así. Han sacado de ellas temas, las han hecho escribir, o sea que todo el mundo puede llenar una página en blanco. Toda vida es novelable. Cada uno puede, si tiene tiempo. A veces no tienen hojas siquiera. El gobierno  las  puede repartir además de repartir... ¿cómo se llama? eso que dan en los hospitales (risas) y píldoras para la mujer que es la que siempre se jode.

Yo me llamo socialista porque de algún modo hay que llamarse cuando vos sos media colorada. En el fondo yo soy anarquista, porque a mí no me gusta ningún patrón, ni ningún barrandeguista. Yo solamente dudo de los procedimientos de los anarquistas. ¿Cómo irían a gobernar ellos? Porque ellos lo hacen en base a Asambleas y en Asambleas siempre surge un gallego que te copa todo el auditorio como yo, que tengo mis abuelos gallegos, y no se resuelve nada. Entonces ¿cómo gobiernan los anarquistas?
 Yo veo ahora, que estoy vinculada con la FLA (Federación Libertaria de América ) de la calle Brasil. Yo doné muchos libros a esa Biblioteca de una amiga mía, que los vino a buscar Enrique Palazo, ¡qué hombrazo! Es impagable el tipo ése. ¿Y la cuidadora de la casa? ¡Qué historias de Gualeguay salían de ahí! Esa casa es una Biblioteca y el Centro de los viejos y ahora de los jóvenes anarquistas.

L.F..:  ¿Qué tanto de autobiográfico hay en esa maravillosa novela que leí entera en un viaje?

E. B.: En toda obra femenina hay algo de autobiográfico. En toda obra masculina hay algo de autobiográfico, muy disimulado, pero los hombres también cuentan sus cosas.

L.F.:  Emma, queremos leer otro poema tuyo. Éste es un poema escrito en 1964.

Ceremonia

El rito más íntimo es conversar con los objetos
y execrarle lo que ha ido creando 
las raíces de donde provengo.
Abomino la esclavitud y la busco,
Acuñándome en los días de otros.
Maldigo la provincia 
y no puedo arrancarme con las uñas los paisajes.
Vivo indigestada y complacida conmigo misma.
Si tuviera la libertad con que sueño, la desperdiciaría,
sentada en el umbral de la puerta,
esperando la seña del que primero pase y me sonría
o tendiendo la mano como siempre
hasta que el hueso quede al descubierto.

E. B.: ¡Qué bueno!  (Aplausos)



martes, 25 de diciembre de 2012


-Un decir-

Adonde se detiene la mirada es puro asombro
como en esa pareja de zorzales en la rama
del sauce, un decir despiojándose, con caricias
que enlazan un cogote a otro y pico va y pico
viene entre las plumas hasta parece se besaran
o se dieran de comer los piojitos mutuamente 
bajo el sol de la atardecida rama gusto da 
detener la mirada sin pensar en otra cosa
para ver el amor que sostiene como una red
a la vida en la arena aquí y allá por un momento
de distraída nomos y no de sabia sino
vacía de esa mercancía mayor que es siempre
yo en el centro y no la sombra o luz del cauce único
adonde va y se lava ahora sola la mirada

[Diana Bellessi]


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Apuntes para mover un elefante (IX): Elefantes


Que un elefante ocupa mucho espacio lo sabemos todos. Pero que Víctor, un elefante de circo, se decidió una vez a pensar "en elefante", esto es, a tener una idea tan enorme como su cuerpo... ah... eso algunos no lo saben, y por eso se los cuento.
Elsa Bornemann, Un elefante ocupa mucho espacio

Desde Octubre me estoy dando un gusto enorme en Barriletes. Estamos haciendo un Taller de mediación de lectura, cosa que hace rato tenía ganas de hacer. La mediación de lectura es hacer, crear ocasiones para que otros se encuentren con lo poético en sí mismos y en el mundo. Para que, al decir de Rodari, “todas las palabras sean para todos”. Allí, en ese territorio de lecturas, se entremezclan muchas cosas: Las lecturas que nos reparan, las que nos construyen como sujetos, la búsqueda de sentido. Así cada jueves nos encontramos a pensar y jugar algunas cosas sobre lo poético y los otros.
Leer es importante no como practica que nos ayude a acumular saber, si bien esto es posible y legitimo, o como la sola apropiación de la lengua, cosa fructífera sí, sino que también nos tiene que ayudar una lectura –cuando es plena- a construir sentido sobre el mundo y sobre nuestras vidas. Por eso leer es mas que una practica, una actitud. La actitud de lectura ante el mundo es la de la constante y heroica búsqueda de sentido. Justamente sobre este último punto estuvimos trabajando el jueves pasado en el Taller: Buscar sentido.

Desde hace unos encuentros atrás, empezamos a trabajar con un escritor de literatura infantil bien enorme en su grandeza: Gustavo Roldán. Él se crió en el monte chaqueño, y escribió siempre siempre con animales. Gustavo supo decir alguna vez que escribía cuentos con animales porque “estos personajes tienen más permisos. Vivimos en un mundo lleno de prohibiciones, con demasiadas limitaciones sobre lo que se puede o no hacer, lo que se puede o no decir. Y de pronto, un piojo, un sapo, un coatí, escapan a la censura y marcan una distancia que me es muy útil para quebrar lo prohibido.”
Y me parece que sí que el mundo tiene demasiadas cosas prohibidas. Y más el mundo infantil, colonizado una y mil veces. Pero creo que también hay algo más profundo. ¿Viste que siempre para decir una verdad honda, profunda, hay que tomar otros caminos que el directo? ¿Se entendería el profundo sentido de esta Asociación Civil que crea esta revista hermosa que hoy leemos juntos si su nombre no fuera una metáfora: Barriletes? Las metáforas siempre me han llamado la atención por esa capacidad de decir que tienen. Y bueno, creo que los animales de Roldán son una metáfora. Ahora bien, como lectores debemos buscar sentido sobre ellos. Y así fue que el jueves pasado leímos varios cuentos suyos en busca de alguna pista de sentido en un personaje suyo: El elefante. Un elefante que aparece escapándose del circo, un elefante que sueña y no sabe cuál es su identidad. Unos bichos del monte que discuten entre sí para saber qué es un elefante. El elefante se repite en su literatura, y va adquiriendo más y más sentido.
Y ahora que noviembre está mediando y se desgaja en mañanas de sol no me queda otra que escribir sobre el elefante. No esperaba este año escribir estos apuntes pero aquí están. Y creo que todos necesitamos hacer este tomar distancia, hacer de la vida una metáfora y decirla. Porque solo cuando construimos nuestros sentidos sobre el mundo podemos actuar en el. El elefante, ese animal raro sobre el que tanto hablamos en el Taller del otro día, ha guiado cada una de estas páginas. Que un elefante ocupa mucho espacio, eso lo sabemos todos, pero ¿por qué ocupa mucho espacio? ¿Qué hace grande a un elefante?
Como de costumbre, la respuesta siempre está en el Otro. Es decir, en el que es otro que yo. Por eso elijo responder a esta pregunta que cierra estos apuntes de este año con la respuesta de otro. Así que le pediré a Juan que si hay lugar, por favor, coloque junto a esta nota un relato que escribió Hernán en el Taller de mediación el jueves pasado, donde al fin nos cuenta qué es un elefante y qué lo hace grande.
 Kevin Jones,
para Barriletes - Diciembre 2012
¿Quién conoce un Elefante?
Muchos creen que el rey de la selva es el León. Esta afirmación se da porque este animal es quien mata a otros animales de la selva, quien tiene privilegios a la hora de comer, quien piensa solamente en él, y porque cada vez que vemos al León este tiene la imperiosa necesidad de mostrarse superior con una mirada penetrante al horizonte.
El León se cree el animal más grande y poderoso de la selva, pero yo les voy a contar mi verdad: existe otro animal en la selva que es grandioso, y no es porque mate a otros animales, tampoco porque tenga privilegios o porque no comparta la comida.
Lo que hace verdaderamente grande a este animal no lo vamos a encontrar en el León.
El animal más grande y fuerte de la selva no necesita vivir demostrándolo porque esta seguro de sí mismo. Este animal sabe que su grandeza reside en su bondad, en su amistad, en su amor, en su ternura, en ser fiel a su manada y en seguir lo que él y la mayoría de sus compañeros decidan. Ir al río a bañarse, tomar agua, tirarse bajo las sombras de unos árboles, ir a comer hojas, estas son decisiones que las deciden entre todos.
A su vez es un animal de color gris, sabe que ser blanco o negro le niega la posibilidad de pensar otras cosas. Quizás el problema de ser blanco o negro sea pensar que si no se es uno, se es otro; después de todo puede haberlos verdes, amarillos, rojos, aunque la mayoría son grises.
Su tamaño es como el de ocho o diez leones, tiene una trompa larga con la que arranca las hojas para comer y posee unos colmillos de marfil que le permiten protegerse.
Este animal si quisiera podría castigar a todos los otros animales de la selva, pero sabe que eso le quitaría toda su grandeza y respeto; porque si de algo esta seguro es que el respeto de todos los otros animales libres es el que realmente vale y no el falso respeto de los que le tengan miedo.
Este animal grandioso sin pretensiones de rey es llamado Elefante.


Hernán Rebeque

lunes, 10 de diciembre de 2012

Paisajes verbales

Una reseña a la novela "El viento que arrasa" (2012) de Selva Almada. Fue editada a comienzos de año por la editorial Mardulce, y ya cuenta con su segunda edición. Construida en un paisaje abierto, la novela constituye la paradoja de abrir el paisaje para asfixiar en él a sus pocos personajes. ¿Qué sentimos los entrerrianos al leer a esta entrerriana?

"Estaba el olor de la profundidad del monte. No del corazón del monte, sino de mucho más adentro, de las entrañas podría decirse." , fue al comienzo de ese párrafo en que decidí finalmente que necesitaba escribir sobre El viento que arrasa de Selva Almada.
Esta es la primer novela de una escritora joven que nació en 1973 en Villa Elisa, que anduvo por Paraná y que ahora está radicada en Buenos Aires. Pero es además, y con especial interés  la novela de una escritora entrerriana. Selva ha afirmado que debió distanciarse del territorio, para poder decir el territorio de la manera más precisa. En una entrevista con Sur de Babel, ella cuenta que fue "recién cuando me instalé a vivir acá y me propuse más firmemente dedicarme a escribir, empezaron a surgir historias que tenía de antes, que me habían contado, y supongo que me liberé del prejuicio de escribir de la provincia desde la provincia."
Fue accidental que me encontrará con esta novela. Hace tiempo me habían dicho el nombre de la autora, y me habían recomendado leerla. Sin embargo, pocas veces uno ejecuta efectivamente esas recomendaciones. De todos modos, una mañana -de esas que no tienen mucho sentido- quise refugiarme en alguna lectura. Encontré el libro. Me lo llevé en el colectivo a casa, en Seguí. Y lo leí allí en la tarde. Solo entonces, con ese poder tranquilizador que posee la lectura, me sentí mas armónico y vi el paisaje de una forma diferente.

Conversación 
La presencia del paisaje es lo que primero me llama la atención como lector. Por eso es mi primer pregunta a esta autora. Las pocas preguntas van por Gmail, y del otro lado Selva las contesta con la amabilidad de volver a hablar sobre una novela de la que ha hablado todo el año.
-Cuando tenía ya tu novela entre manos, me encontré con una amiga en el colectivo de regreso a mi pueblo. Me preguntó que leía y le dije que una novela que me habían recomendado de una escritora joven. Dije tu nombre, y le mostré el libro. Enseguida, como definiendote, dije sin darme cuenta y con un aire rotundo: Es una escritora entrerriana. Pensaba en eso cuando andaba por tu blog Una chica de provincia y mientras me enteraba de tu obra con ese titulo. Ante ese guiño a aquella clasificación, quería preguntarte ¿crees que ser entrerriana marca tu literatura? O más general, ¿en qué medida el paisaje donde se ha nacido se puede colar en una obra? Pregunto respecto al regionalismo que dicen posee tu novela en cuestión. 
-Sí, absolutamente. No sé si estrictamente ser entrerriana, porque por ejemplo las dos novelas que escribí hasta ahora, El viento que arrasa y Ladrilleros (que se publica en abril de 2013) no suceden en Entre Ríos, sino en el Chaco. Diría, en todo caso, que ser provinciana marca mi literatura.
El paisaje donde crecí está muy presente en el libro de relatos Una chica de provincia y no se cuela por casualidad: en mis textos el paisaje funciona casi como un personaje más, tiene autonomía, incide en la vida de los protagonistas, no es un simple telón de fondo. A mí me gusta trabajarlo en ese sentido porque creo que la geografía también nos condiciona como seres humanos... quizás el paisaje en un sentido bien amplio, un concepto que incluye cierta manera de hablar, cierta cadencia y una cierta manera de instalarse en el mundo también. Todo eso pretende ser el paisaje en mi obra. Y en las novelas que no transcurren en Entre Ríos, de todos modos el paisaje entrerriano siempre aparece: por lo general como un sitio exuberante, pródigo en colores, olores, vegetación... por oposición al páramo chaqueño.
-También creo que ese paisaje puede ser un paisaje verbal. Este mes estuve cursando Griega y Latina, y una profesora nos decía que cierto personaje presente en una novela estaba sacado del paisaje verbal de los poemas homéricos. Ese paisaje no era solo visual, sino que nacía de lo verbal hacia lo visual. Leer tu novela, y hablo desde la pura experiencia de lector, me hizo recordar a Faulkner. De hecho creo que luego de esto leeré al fin cierto libro suyo que tengo postergado. He visto también en las reseñas a tu novela la constante mención a estos norteamericanos, además de tu aprecio a los norteamericanos del sur. Pasando de la escritora a la lectora, ¿qué nos recomiendas de ese mundo, de esos escritores? Digo, ¿qué te ha llamado la atención de ellos? ¿Están presentes en tu novela?
-No hace tanto tiempo que empecé a leer a los americanos del sur... hará unos tres o cuatro años leí El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers, y Mientras agonizo, de Faulkner. Poco después llegaron los Cuentos Completos de Flannery O'Connor... y ya fue como un viaje de ida. Hace mucho años leía mucho a Onnetti y entonces pienso que, de algún modo, ya venía leyendo a los norteamericanos mientras lo leía a él, pues estos autores, sobre todo Faulkner están muy presentes en su obra. Se leían mucho en los años 50, 60, acá en Latinoamerica. Y ahora se están volviendo a publicar, a leer y me alegra mucho porque es una literatura muy rica. Supongo que lo que enseguida me llamó la atención era que ellos pudieron hacer una literatura provincial, regional pero al mismo tiempo universal Y eso es lo que yo aspiro alcanzar en mi obra. Seguro están presentes porque los leo mucho y cuando los leo trato de encontrarles sus mecanismos, de aprender de ellos.

Finalmente, Selva comenta sus nuevos proyectos: "Ahora, ya con Ladrilleros entregada a la editorial, empecé a escribir una novela nueva... en esta vuelvo, por fin, a Entre Ríos. Es una historia muy chiquita, muy simple como son, por lo general, mis historias: tres hombres que van de pesca a la isla, dos cincuentones y un chico de unos veinte años, hijo del amigo muerto de los mayores. Un fin de semana de pesca donde aparecen los recuerdos, los fantasmas... todavía no sé muy bien hacia dónde va, pero está avanzando, de a poquito."


A veces un paisaje necesita ser dicho para ser asido. Y a veces los lectores necesitamos que un paisaje sea contado. La novela de Selva Almada sorprende en un mundo globalizado -y por tanto desterritorializado- en que las identidades se difuman a la vez que tratamos de agarrarlas por donde podemos. En esa forma de vida que estamos inmersos, leer siempre puede ser una resistencia. Pero además, el acto de querer, tener la intención contundente, de contar un paisaje como se ve en esta obra es un acto aun mas poderoso. Así como se va del paisaje a la palabra, creo que puede ser muy enriquecedor ir de la palabra al paisaje. Solo entonces seremos plenamente parte de este paisaje.
La novela que cuenta la historia de un reverendo y su hija, de un mecánico y su hijo, de un paisaje, transcurre en Chaco. Sin embargo, los entrerrianos al leerla y sentir esa literatura de país profundo, no podemos dejar de sentir tocada nuestra mirada.