El poeta hindú Tulsi Das compuso
la gesta de
Hanuman y de su ejército de
monos. Años después,
un rey lo encarceló en una torre
de piedra. En la celda
se puso a meditar y de la
meditación surgió Hanuman
con su ejército de monos y
conquistaron la ciudad
e irrumpieron en la torre y lo
liberaron.
Borges
y Bioy Casares, en Historias
breves y
extraordinarias.
En nuestro pequeño e intimo encuentro de la
semana pasada pensamos (o nos surgieron) algunas palabras clave en torno a ‘lo
que la lectura nos provoca’. Y más aún, lo que una ‘práctica poética’ nos
provoca.
Nos concentraremos en dos de esas palabras.
Se trata de Niñez y Libertad.
Niñez
Respecto a la niñez, debemos calificarla de
manera incansable como fuente poética. No porque la única poesía verdadera sea
la de la niñez, sino porque la niñez es el estado más disponible para lo
poético. Más predispuesto a entrar en poesía. Entonces, ¿sólo podemos entrar en
poesía siendo niños? Sí y no. Sí si entendemos a la poesía como un estado, una
forma de ser y ver el mundo. No si entendemos por niñez una franja etaria.
Veamos de qué se trata esta disponibilidad
poética de la niñez. Taller literario infantil. Se trabaja con los niños desde
comienzo de año. En esta ocasión estamos trabajando con preguntas. Hemos traído
algunas del Preguntario de Neruda. Entonces,
para empezar, hablamos sobre qué tipo de preguntas se realiza cada uno.
Casandra, de nueve años, levanta apresurada su mano y nos dice: Yo me pregunto de qué color será mi corazón.
Cuando decimos que la niñez posee
disponibilidad poética nos referimos a esto. Pues bueno, cuando el pasado
jueves se habló de la nostalgia de la niñez, o de cómo nos habíamos sentido
niños realizando aquella carta, estuvimos conectando esa experiencia poética
con la niñez y esto no es casual.
Ser niño implica ver el mundo con ojos nuevos.
Lo poético nos exige una mirada sobre el mundo despojada de representaciones.
Ser niños implica preguntarse, cuestionarse y explorar al igual que lo poético.
Finalmente, ser niño implica estar pronto a, estar al borde de, al igual que lo
poético.
Por eso, conectarnos con nuestro propio
equipaje poético quiere decir ser niños en cierto modo. A mirar el mundo como
niños iba dirigida la actividad con que inauguramos el Taller de hoy.
Respecto a este punto volveremos cuando
podamos entablar contacto con experiencias de la niñez. Cabe decir además que
ser mediador de lectura necesariamente es no clausurar la niñez. Hay que
volver a la niñez. Siempre y de todas
las formas posibles. Donde sea que este la niñez, en la escuela, en la calle o
en la villa, la niñez siempre es sanadora y nos reconcilia con el mundo y las
esperanzas sobre él. Por eso, creo desde la experiencia que solo volviendo a la
niñez a cada momento salvamos nuestro equipaje poético.
Libertad
La segunda palabra que nos ocupa es quizás la
más potente a los fines de la mediación de lectura. Ya que, entender de qué
manera la literatura es una práctica emancipadora nos ayuda a comprender el
potencial de la mediación de lectura.
Comencemos viendo alguna ejemplo sobre los
efectos de la Literatura. Centrémonos en algo que nos ocupará pronto como la
Literatura infantil. Una investigadora
tucumana, Rosanna Nofal, ha centrado sus estudios en las formas de expresión de
las memorias traumáticas (Golpe de estado, Guerra, Hambre) en la Literatura
infantil argentina. Al respecto señala, hablando de la censura a los libros
infantiles durante la última dictadura:
“La fantasía estuvo y (lo que es aún peor) está bajo sospecha; es peligrosa porque está fuera de control, nunca se sabe bien a dónde lleva. Esta oposición entre realidad y fantasía esconde los mecanismos ideológicos que les sirven a los adultos para colonizar a los chicos. La literatura infantil, un campo aparentemente inocente y marginal, es uno de los espacios más importante en el que se libran los combates entre memoria y olvido más reveladores de nuestra cultura porque desde el Jardín de Infantes a la Universidad la literatura es el instrumento vital para la inserción de los individuos en las formas perceptivas y simbólicas de la sociedad. El texto literario que circula en las instituciones educativas está generalmente emparentado en una formación ideológica dominante. Es quizás una de las ilusiones de nuestro tiempo, creer que somos libres de leer y escribir cuándo, cómo y dónde queremos; como cualquier otra práctica social, estas actividades están sujetas a diversas formas de control y regulación.”
La fantasía nos da miedo. La fantasía es
censurada y clausurada. Una dictadura le teme a la fantasia. Puntos suficientes
para poder pensar que lo fantástico es, sin lugar a dudas, una zona liberada.
Es decir, una zona donde las reglas y ordenes sociales se caen. Donde un
elefante hace huelga, como sucede en el cuento de Bonermann. Donde el concepto
de lo que entendemos por real se cae.
Y al caerse, se pueden caer con él el entendimiento de que ‘las cosas son como
son’, de que ‘está bien que así sea’, o ‘es lo que hay’. Si estos lugares
comunes se caen, son puestos a prueba por el temblor de lo fantástico, el mundo
es puesto entre signos de pregunta. Si algo nos puede enseñar la literatura es
a no aceptar las cosas como nos son dadas.
Aquí tenemos una primer arista de la
literatura como practica de la libertad. Pero, vayamos un poco más allá. La
literatura, sostiene Graciela Montes, es una construcción de la libertad.
Este planteo la ubica en lugar preponderante
respecto a la libertad: Es su constructora y artífice. E incluso, veremos, es
constructora de una libertad bastante especial.
Por creer en esa libertad es que he puesto
estas palabras bajo el amparo de aquel breve relato de Borges y Bioy Casares
que inaugura estas paginas. Un hombre medita en una torre y sobre ese vacío
surge el héroe y su ejercito de monos. ¿La literatura funciona así?
Debemos decir que en gran medida sí. Pero,
mejor retomemos esta pregunta un poquito más tarde luego de ver unas propuestas
de Montes.
Pensemos por ejemplo en una abuela contando
un cuento a su nieta. Un relato oral. Una escena como la que nos contó
Milena la semana pasada. ¿De qué cosas
está hecha esa escena?
En primer lugar podemos señalar que esta
hecha de gratuidad. Alguien regala tiempo al otro. Cuando eso sucede
grauitamente, cuando yo te cuento un cuento por el simple (y maravilloso) hecho
de contarlo y no te pido nada a cambio de eso, estamos inscribiéndonos vos y yo
en un terreno gratuito. Y eso, en el sistema en que vivimos, implica la
instauración de otras reglas.
Por tanto, cuando uno está rozándose con la
literatura, cuando uno está construyendo un cuento con su boca como la abuela
de Milena, está ubicándose en otro sistema. Y para ubicarnos en otro sistema
necesitamos otro tiempo y otro espacio, instaurar reglas para él y visitarlo
seguido.
Efectivamente, el momento del cuento de
Milena y su abuela es otro tiempo y otro espacio. Montes, al contar una anécdota
similar, nos dice “se me hace que esos momentos fueron muy largos. Como si la
duración del cuento estuviese hecha de otra materia. Por lo general sucedía en
el final de la tarde, después de tomar la leche y antes de empezar a preparar
la cena. De esos momentos, (…) tengo un recuerdo más lento, como si cavasen un
espacio diferente. No es el recuerdo de la actividad diaria, de ir y venir de
la escuela, comer, pasear, hacer los deberes. Es más tiempo. O un tiempo más denso. O más hondo. Un tiempo de otro
orden”
Hay además en esa escena, poderío. El poderío
de alguien que está construyendo ese mundo. La abuela misma de Mile, inauguraba
otro tiempo y otro espacio. Por lo tanto debe de haberse sentido poderosa
narrando esas historias.
Y había, por ultimo, un don. El don de la
ficción. Esa zona inescrutable que está en el medio de la vida Sabemos que la
literatura tiene que ver con la vida, eso nos es incuestionable. Pero ¿de qué
modo? ¿De qué modo La confesión de un
paraguas que leímos la vez pasada nos hace pensar en la vida, en nuestra
vida? Sabemos que nos lo hace hacer. Guardamos silencio después de escucharlo.
Pensamos, nos inquieta, nos incomoda. Para que esa incomodidad tuviera lugar,
tuvimos que dejar que ocurrieran muchas cosas antes. Tuvimos que entrar en
poesía, tuvimos que pactar con la ficción un trato y fundar otro espacio y otro
tiempo. Ese trato con la ficción, ese creer lo que nos dice porque lo sabemos
verdad más honda en toda su mentira, eso está en crisis. Y no es casual que en
nuestro sistema humano lo esté.
Volviendo y ya para ir cerrando, nos quedó
una pregunta sobre aquel héroe y su ejército de monos. ¿Será nomás que la
literatura funciona así?
Quizás solo la experiencia nos lo diga
verdaderamente, pero mientras tanto ánimo una respuesta: La literatura
construye mundos. Y los construye sobre el vacío. Un hombre se puede poner en
medio de una plaza y cantar sobre el vacío una historia de la cólera de otro
hombre, medio verdadero, medio inventado y de cómo esa cólera tuvo
consecuencias en una guerra allá lejos y hace tiempo. Un hombre que hace eso
acaba de fundar un mundo, el mundo de la Iliada.
Y con ese mundo acaba de fundar una visión de este mundo. Acaba de inventar a
Aquiles sobre el vacío. Y Aquiles está ahí, invisible. Pero cuando yo leo la Iliada y siento las lágrimas de Aquiles
que llora ofendido, cuando yo sufro con él la muerte de Patroclo, cuando yo
lloro y me siento un poco Aquiles ¿es tan invisible?
La literatura, con su capacidad de construir
mundos.