viernes, 15 de marzo de 2013

Nosotros, los rencorosos.

No, no queremos sumarnos a la alegría colectiva. Somos gente aburrida, gente triste. Gente que siempre ha vivido auto discriminandose. Gente que es tan torpe que hasta se asesina a sí misma creyendo que el mundo tiene algo en su contra. Es verdad. Deberíamos olvidarnos lo que la Iglesia significa para el mundo, el hecho de que jamás haya cortado sus lazos con el estado, que la universidad laica -a un siglo de su pronunciamiento casi- sea solo un perezoso sueño. Tenemos que perdonar las dictaduras. Tenemos que perdonar a Karlic -Al fin y al cabo es un viejito lindo, ¿no?. No hay que hablar en voz alta acerca de cómo Juan Pablo II y Benedicto XVI arrasaron con lo único que podía redimir a la Iglesia Católica en el siglo pasado, el Concilio Vaticano II. Más bien, hablemos en las cafeterías y los parques sobre como esto es un milagro y pronunciemos en abstracto el cambio venidero para la grey. No hay que siquiera anunciar que las explicaciones dogmáticas de la Iglesia sobre el Género, la Sexualidad y la constitución de la familia son burguesas, retrogadas y oscurantistas. 
No hay que juntar bronca. No hay que hacerse mala sangre. Después de todo, ya nos podemos casar ¿qué más queremos? Hay que alegrarse. Mirá, si hasta los ateos andan diciendo que se alegran, que este gran hombre histórico, que America Latina, que la Argentina, que la revolución será un sueño más cercano por tener a un americano en Roma.
Hay que dejar de lado los recuerdos oscuros. Sí, ya sé, siempre te vuelven de vez en cuando, pero no hagas caso. O sí te pasa, por favor, no lo digas en voz alta, que esto es una fiesta. 
Tenemos que sonreír y evitar cualquier comentario ofensivo. Tenemos que callarnos. Mordernos la lengua. No podemos ser tan hijos de puta de manchar la fiesta ajena. 
Tenemos que dejar de ser nosotros. Sí, sobrevivimos a este genocidio heteronormativo tenemos que agradecer a la sociedad su permiso. Amoldarnos. No molestar. Hacer las cosas en nuestra casa. Y jamás recordar a nadie que se puede usar el culo para otras cosas además del clásico cagar. Tenemos que dejar de ser nosotros. Olvidarnos. Ya fue. Sonreír ante el comentario de la vecina, y hacer de cuenta que las catedrales son museos. Sí no pasa nada. No puede molestarte la Iglesia, su poder y su jerarquía. Tenemos que dejar de ser nosotros, los rencorosos. 

2 comentarios:

  1. Ahhh esto de ser rencoroso dicen que es contagioso...

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  2. Recién releo esto. Me acuerdo de lo que me hizo escribirlo: Un amigo gay diciéndome "Pero che, no hay que ser tan rencoroso"

    En fin...

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