No hay que juntar bronca. No hay que hacerse mala sangre. Después de todo, ya nos podemos casar ¿qué más queremos? Hay que alegrarse. Mirá, si hasta los ateos andan diciendo que se alegran, que este gran hombre histórico, que America Latina, que la Argentina, que la revolución será un sueño más cercano por tener a un americano en Roma.
Hay que dejar de lado los recuerdos oscuros. Sí, ya sé, siempre te vuelven de vez en cuando, pero no hagas caso. O sí te pasa, por favor, no lo digas en voz alta, que esto es una fiesta.
Tenemos que sonreír y evitar cualquier comentario ofensivo. Tenemos que callarnos. Mordernos la lengua. No podemos ser tan hijos de puta de manchar la fiesta ajena.
Tenemos que dejar de ser nosotros. Sí, sobrevivimos a este genocidio heteronormativo tenemos que agradecer a la sociedad su permiso. Amoldarnos. No molestar. Hacer las cosas en nuestra casa. Y jamás recordar a nadie que se puede usar el culo para otras cosas además del clásico cagar. Tenemos que dejar de ser nosotros. Olvidarnos. Ya fue. Sonreír ante el comentario de la vecina, y hacer de cuenta que las catedrales son museos. Sí no pasa nada. No puede molestarte la Iglesia, su poder y su jerarquía. Tenemos que dejar de ser nosotros, los rencorosos.
Ahhh esto de ser rencoroso dicen que es contagioso...
ResponderEliminarRecién releo esto. Me acuerdo de lo que me hizo escribirlo: Un amigo gay diciéndome "Pero che, no hay que ser tan rencoroso"
ResponderEliminarEn fin...