El viaje lo trajimos lo mejor que
se pudo. De todas las mariposas de alfalfa que nos siguieron desde Mansilla, la
última se rezagó en Desvío Clé. Nos acompañamos ese trecho, ella con el volar y
yo con la mirada. Venía con las alas de amarillo adiós, y, de tanto agitarse
contra el aire, ya no alegraba una mariposa sino que una fuente ardía. Y corrió
todavía con las alas de echar el resto: una mirada también ardiendo paralela al
no puedo más en el costado e tren que siguió.
La gallina que me diste la
compartí con Rosa, ella me dio budín. En tren es casi lo que andar en mancarrón.
Los que tocaban la guitarra
cuando me despedías vinieron alegres hasta Buenos Aires.
Casi a mediodía entró el guarda
con paso de “aquí van a suceder cosas”, y hubo que ocultar cuanta cotorra o
pollo vivo inocente de Dios se estaba alimentando.
En el ferry fue tan lindo mirar
el agua.
¿Y sabes?, no supe que estaba
triste hasta que me pidieron que cantara.
Arnaldo Calveyra, en Cartas para que la alegría (1959)
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