¿Cómo construimos el Canon de poetas
entrerrianos? ¿En qué lugar ponemos a nuestros ‘clásicos’? ¿Es posible sacarlos
de allí?
Hace unos años que realizo en mi
pueblo un Taller Literario. Y es en ese espacio donde me encontré con Guillermo
Saraví por primera vez. Quizás por cómo creamos el Canon, quizás por aquella
fantasía de que ‘leemos lo que queremos, cuando queremos’, Saraví no había
estado en mi formación como lector ni en la Secundaria, ni en la Biblioteca
popular, ni en la Biblioteca de casa. Y probablemente, tampoco lo esté en mis
lecturas como estudiante universitario.
Se trata de un poeta entrerriano
que nació en el 1899 en esta ciudad costera. Una ciudad que lo acompañaría
hasta su muerte en 1965. Desde entonces, su obra ha sido objeto de lecturas y
relecturas desde los lugares comunes: Museos y editoriales oficiales. Pero, ¿se
puede leer a estos poetas desde otro lugar? Encontrarnos con ese poeta que escribió en
estas calles a mediados del siglo pasado. Que fue rebelde y heroico a su
manera. ¿Por qué los jóvenes entrerrianos no podemos encontrarnos con ese
Saraví?
Cuando trabajé sus poemas en el
Taller, comprendí que era posible sacarlos de ese lugar acartonado donde casi
nadie o poca gente los conocía, para ubicarlos en otro lugar más cercano e
íntimo a nosotros. Esto es, moverlos, leerlos, hacerlos parte de nuestro
patrimonio como entrerrianos.
En la Biblioteca Comunitaria de
Barriletes, está Tarde antigua aquel
libro que la Editorial de Entre Ríos editó en su Colección Homenajes en el año
1999. Esta semana me encontré con ese libro. Ha pasado un tiempo desde que leí
por primera vez sus poemas. En ese tiempo me vine a vivir a Paraná y, cuando
leo su poema, ya no puedo oír la lluvia caer en esta ciudad de la misma manera:
Llueve, llueve, y por eso, porque llueve sin
pausa,
el día que está ausente demora su regreso,
y el alma que padece no precisa la causa
de su mal… Porque llueve, nada más por eso.
La luz sobreviviente tiembla más de lo que
arde
y son sólo un recuerdo los dorados países…
¿Los pájaros se han muerto para siempre esta
tarde?
¿No volverán jamás los árboles grises?
Parece que hasta el mismo silencio está calado
por la lluvia, y el aire de frío ni se mueve.
Pide un lienzo de sol el cristal empañado
y viejas penas se alzan, por eso… Porque
llueve.
En la playa de brumas donde han muerto mis
oros,
ya no sé a punto fijo si es que parto o
regreso
El alma sólo sabe de elegías y lloros.
Y no está para nadie… Porque llueve…. Por
eso.
(Guillermo Saraví, Llueve)
Para el Suplemento de la Biblioteca Popular del Paraná
Octubre 2012
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