Taller
sobre Mediación de lectura
Biblioteca Provincial de Entre
Ríos
8/Noviembre de 2013
Yo vengo aquí para existir
Jeanne,
en una Biblioteca de los
suburbios parisinos.
Recuerdo un día en que me
encontraba en un estado de nerviosismos completamente patológico. Corrí a la
biblioteca para localizar El
molino de Verhaeren. Inmediatamente me
tranquilizó. Desde ese día he regresado a él a menudo, suprime toda mi locura,
todo mi desequilibrio; sé que está allí como las pastillas que están en el
cajón de la izquierda. Me hace mucho bien debido a su ritmo, quizá también a
alguna imagen, pero es sobre todo el ritmo. Lo sorprendente es que ese día fui
directo a buscar el libro, y dentro del libro, ese poema, de modo que en mí
había algo que ya lo sabía y yo no tenía conciencia de ello.
Joséphine[1]
En el encuentro de hoy bordearemos (y bordaremos) algunos
conceptos que nos ayudarán a construir –o empezar a construir- una visión otra de la literatura. Visión que, sin
tener que estar necesariamente reñida con otros discursos sobre la literatura,
debe permitirnos verla desde un sitio especial. Me refiero con esto a poder
pensar la literatura como objeto a traficar, a dar, a mediar.
En tanto que nos constituimos como mediadores, debemos tener un
saber artesanal de este territorio y
de la lectura que nos permita maniobrar con ella, y desde ella.
Por eso, la semana pasado comenzamos ese trabajo pensando los
textos que nos habitan, y a partir de ellos nuestro equipaje poético. Para navegar ahora sí en aguas más conocidas (que
no por ello más tranquilas), enunciemos aquí el equipaje poético desde las
palabras de Devetach:
Sería importante ponernos curiosos
para descubrir, poder mirar y aceptar, qué elementos poéticos ya poseemos y
manejamos sin saberlo, qué aspectos de lo poéticos están pero son desdeñados o
reprimidos porque no inquietan. Sería importante que nos afanemos en
capitalizar esos aspectos poéticos –pocos o muchos- que ya tenemos, para ir
construyendo un territorio firme, una disponibilidad cierta para animarnos al
territorio de la poesía.[2]
Dar lugar a este equipaje poético es la primer condición para entrar en poesía.
Atendamos aquí a las metáforas desde las cuales estamos hablando:
Poder entrar en poesía, implica
aceptar que la poesía es un territorio (y por tanto otro tiempo, otro espacio).
Aceptar a la poesía como territorio supone ir más allá de la poesía como género
literario, de los textos como grafías y de los libros como soportes.
Esta concepción, además de hermosa, es muy útil en la medida en
que nos salva enseguida dejándonos solo con lo más importante de nuestra tarea:
Generar formas, caminos, estrategias, mapas, luces, guías, para entrar en
poesía.
Hagamos aquí una pequeña parada, tomemos aire y digamos con
gracia: La tarea principal de la mediación de lectura es generar
disponibilidades para entrar en poesía.
Por último, entrar en poesía quiere decir también que la poesía es
una experiencia de la subjetividad.
En este encuentro, abordaremos este planteo (y sus consecuencias)
desde diversas miradas. Por un lado, adjuntamos el capítulo “Ser y Estar en
poesía” de Laura Devetach, incluido en su libro La construcción del camino lector (2008). A partir de allí podrán
ver cómo es tramada esta idea. Por otro lado, revisaremos los modos de entrar a
ese territorio como una situación de frontera, a partir de los planteos de
Graciela Montes. Y finalmente, trataremos de pensar la lectura literaria como
experiencia subjetiva, desde las investigaciones de Michèle Petit.
Laura Devetach
Zonas adormiladas, territorios de
frontera
Definir a la
poesía como territorio, inaugura una pregunta en torno a ese territorio: ¿Dónde
se encuentra? ¿Por dónde se entra a él?
Los bordes
(dentados) de estas preguntas pueden provocarnos envíos hacia otros temas.
Más allá, o
más acá, de esos bordes queremos proponer pensar el lugar de la poesía como un
sitio de frontera. Seguimos en esto planteos que Graciela Montes hiciera hace
ya unos cuantos años, y que se han ido repitiendo y repartiendo entre muchos
mediadores. Se trata de una idea, o metáfora más bien, que ella toma de
Winnicott[3],
y desde la cual piensa el lugar de la literatura. Escuchémosla:
“Winnicott empieza por el principio. Su punto
de partida es el niño recién arrojado al mundo que, esforzada y creativamente,
debe ir construyendo sus fronteras y, paradójicamente, consolando su soledad,
ambas cosas al mismo tiempo. Por un lado, está su apasionada y exigente
subjetividad, su gran deseo; del otro lado, el objeto deseado: la madre, y, en
el medio, todas las construcciones imaginables, una difícil e intensa frontera
de transición, el único margen donde realmente se puede ser libre, es decir, no
condicionado por lo dado, no obligado por las demandas propias ni por los
límites del afuera. El niño espera a la madre, y en la espera, en la demora,
crea.
Winnicott llama este espacio
tercera zona o lugar potencial.
A esta zona pertenecen los
objetos que Winnicott llama transicionales –la manta cuyo borde se chupa
devotamente, el oso de peluche al que uno se abraza para tolerar la ausencia-,
los rituales consoladores, el juego en general y, también la cultura.
Esta tercera zona no se hace de
una vez y para siempre. Se trata de un territorio en constante conquista, nunca
conquistado del todo, siempre en elaboración, en permanente hacerse; por una
parte, zona de intercambio entre el adentro y el afuera, entre el individuo y
el mundo, pero también algo más: única zona liberada. El lugar del hacer
personal.
La literatura, como el arte en
general, como la cultura, como toda marca humana, está instalada en esa frontera. Una frontera espesa,
que contiene de todo, e independiente: que no pertenece al adentro, a las puras subjetividades, ni al afuera, el real o mundo objetivo.”[4]
La experiencia de entrar en poesía es, entonces, una experiencia
de frontera. Se trata de una experiencia ilegal –adúltera, diría Díaz Rönner.
Esto nos da una nueva visión de la lectura y los lectores. Visión
que convierte a estos últimos en posibles traficantes de formas de estar en el
mundo. De habitarlo y de crearlo.
En ese ejercicio traficante
el mundo no puede volver a ser jamás el mismo. ¿Acaso el río es el mismo luego
de Juanele? ¿Alguien puede ver una rayuela igual después de la Maga? ¿Quién se
anima a decir que las rosas son las mismas luego de El Principito? Al traficar
palabras a través de estas fronteras nos estamos manejando con las mismas
invisibilidades sobre las que el mundo se sostiene. Un mundo hecho de palabras
al que agregamos otras, al que cambiamos el sentido una y otra vez… Traficar
esa materia invisible horada el mundo.
Cuando tenemos ocasión
de entrar en poesía creamos otros mundos dentro de este mundo. Actividad que es
indispensable para poder ser humanos. Generar construcciones de sentido que nos
permitan habitar el mundo. Ensanchar nuestra frontera.
Una frontera que además, como el bosque en que se juega mientras
el lobo no está, ha de permanecer siempre en construcción. Y por lo tanto,
siempre indómita.
La frontera indómita es, al fin y al cabo, ese territorio que no
está ni adentro ni afuera. Que no es ni real ni ficticio. Un territorio que
desconocemos. Pero que, justamente, por desconocido, caminamos.
Caminar la frontera indómita implica poder encontrar las zonas
adormiladas de nuestro ser. Activarlas. Despertarlas. Ponerlas sobre la mesa. Y
con todas ellas, generar disponibilidades para entrar en poesía.
Investigaciones sobre la lectura:
La mirada de Petit.
Quiero cerrar este apunte, pequeño, y ovillado todo sobre esta
idea fronteriza, reflexionando sobre uno de los epígrafes que abrieron estas
páginas. Esa joven, Jeanne, que proclama ir a la biblioteca para existir.
Su testimonio fue recogido por una antropóloga francesa: Michèle
Petit. A las investigaciones de Petit, debemos varios de los aportes que
sostienen a este Equipo. Antes de comenzar a comentarlos, quisiera presentar a
esta investigadora.
Michèle Petit es antropóloga, pero se ha vinculado fuertemente con
la sociología y el psicoanálisis. A su vez, además de escribir ensayos sobre la
lectura literaria –tema que investiga desde hace décadas-, es novelista. A
fines de los ’90 y comienzos de los 2000, Petit vino a Latinoamérica para
brindar seminarios. Su seminario dictado en México en 1999, se publicó bajo el
título Nuevos acercamientos a los jóvenes
y a la lectura[5].
Libro en el que se mostraban los resultados de investigaciones hechas en las
sociedades rurales y barrios marginales franceses: La gente que allí lee, ¿por
qué qué lo hace?
Ese libro marcaría la influencia que sus trabajos tendrían sobre
quienes, en la inmensidad de este continente, tratamos de llevar a cabo
diversas experiencias de mediación. A esas visitas, le siguieron otras, y con
ellas la publicación de otro texto en 2001: Lecturas:
del espacio íntimo al espacio público[6].
Actualmente, Petit incluyó muchas de las experiencias latinas de mediación de
lectura que conoció en sus viajes en su libro El arte de la lectura en tiempos de crisis[7].
A su vez, se trata de una pensadora que, si bien es europea, ha
mantenido un interés por los márgenes donde la lectura se da y ha logrado
mostrar facetas radicalmente distintas de la lectura literaria. Su conocimiento
de la realidad latinoamericana, y su posición marginal en la conservadora
Francia hacen de Petit una pensadora que se sitúa cerca de las prácticas que
queremos pensar.
De sus aportes, tomaremos durante este taller dos:
-La concepción de la lectura literaria como experiencia fundante
de la subjetividad humana.
-La conceptualización de la figura del Mediador de lectura como
agente facilitador.
En este apunte, trataremos de señalar parte de este primer ítem.
Dejando para otros encuentros sus planteos sobre la figura del Mediador.
Literatura y (posibilidad de)
subjetividad
Para
comenzar a pensar la relación de la lectura literaria y la subjetividad debemos
antes (re)plantearnos lo que entendemos por lectura.
En este
sentido, debemos pensar a la lectura como una actividad plural. Escapar del
mandato de la lectura univoca. No ya solamente entendiendo las posibles
“interpretaciones” o “formas de leer” que un texto provoca. Sino al nivel del
discurso y la conceptualización sobre la lectura. Una conceptualización
teórica, sí. Pero entendiendo siempre que, ya sea una conceptualización o sea
la imagen de la lectura que el “sentido común” nos devuelve, siempre estamos
hablando de teorías. Hablamos de la lectura porque la abstraemos[8].
¿Qué discursos solemos escuchar sobre la lectura? Petit identifica
lo que ella llama dos vertientes (1999:19-26). Por un lado, discursos
fuertemente centrados en la “hegemonía del texto”. Por la cual habría cierta
superioridad en el texto. El texto pasa a importar más que los niños, por
ejemplo. El peligro de este discurso es la posibilidad de caer en las lecturas
sin sentido: Escuelas que dan a leer a Borges por cierta sacralización textual,
sin jamás preguntarse por qué o para qué. No quiero decir aquí que esté mal dar
de leer Borges (de hecho Ficciones
fue el primer libro de cuentos que me tomé en serio…), sino que me parece
perjudicial caer en actividades dogmáticas.
Por otro lado, es posible crear otra vertiente. Una que privilegie
al lector. Por la cual el lector se convierte en cazador, y va en busca de algo
al texto. Este lector en caza furtiva tiene otros beneficios. Tiene un por qué.
Pero además, lleva algo de luz, algo suyo para el viaje. Por tanto tiene
mayores posibilidades de transformarse. Es decir, de que la lectura tenga algo
que ver con su experiencia.
Si nos ubicamos del lado de los lectores también nosotros
tendremos una ventaja. Podremos oír lo que les pasa. La mediación de lectura es
una artesanía de la escucha. Oír lo que se mueve dentro de un lector hará que
podamos cumplir mejor con nuestra tarea.
Ahora bien, ¿de qué se enteró Petit escuchando a los lectores? Se
enteró de que hay muchas más cosas en juego en la lectura hoy en día que una
buena ortografía o un conocimiento de la cultura general.
Los jóvenes que leían en esas bibliotecas, o aquellos que evocaban
recuerdos de lectura, lo hacían en gran medida para existir.
No puedo resumir aquí un planteo que se funda en numerosos
testimonios de lectores (y principalmente lectoras). Pero sí puede decir, con
Petit, que la literatura es siempre un regalo de espacio. Significa la construcción
de una zona fronteriza, que se encontrará siempre entre lo público y lo
privado. Es ese “estar solo y acompañado” que evocaron en nuestro primer
taller.
Y en tanto que un regalo de espacio, la lectura literaria provoca
lectores trabajados por el lenguaje:
“(…) hay personas en sectores pobres que han tenido la fortuna de
acceder a la lectura, y que han conocida, a veces a través de un solo texto,
toda la amplitud de la experiencia de la lectura. En ese texto encontraron
palabras que los alteraron, que los ‘trabajaron’, muchas veces tiempo después
de haberlas leído.”(1999)[9]
Esa otra vertiente de la lectura es la que debemos defender.
Construir y defender espacios poéticos. Regresar a las experiencias de
frontera.
Una pregunta que cada uno deberá hacerse: ¿Para qué mediaremos
lecturas?
Kevin Jones / Equipo de Mediación
de lectura
[1]
Ambos testimonios fueron recogidos por Michèle Petit. En El arte de la lectura en tiempos de crisis. 1ª edición. Oceano
editores. Madrid:2009. Traducción de Diana Luz Sanchéz.
[2] en
La construcción del camino lector. 1ª
edición. Comunicarte. Córdoba:2008 p.52-53
[3] A
través de este aporte que Montes hereda para pensar la literatura, observamos
un cruce entre teorías pertenecientes a la psicología y el pensamiento en torno a la mediación. Este tipo de cruces se repite
en el pensamiento de Michèle Petit quien sustenta gran parte de sus
afirmaciones en el psicoanálisis y la necesidad de simbolización a través del
relato. Estos cruces deben ser válidos no como determinantes, o evidencias de
un sujeto monolítico, sino como luminosos aportes que nos permiten tratar de pensar
los por qué de la mediación de lectura.
[4]
“La frontera indómita” en Montes, Graciela (1999) La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio
poético. 1ª edición. Fondo de cultura económica. México:2001 Páginas 51-52
[5]
Petit, Michèle (1999), Nuevos
acercamientos a los jóvenes y a la lectura. 1ª edición. Fondo de cultura
económica. México:2011.
[6]
Petit, Michèle (2001), Lecturas: del
espacio íntimo al espacio público. 1ª edición. Fondo de cultura económica.
México:2008.
[7]
Ob. Cit.
[8] A
propósito de esto, creemos que ninguna teoría sale de la nada. La palabra,
cuando verdadera, va unida de la acción. En ese sentido, la palabra no nos
parece disociable de la praxis. Ni la praxis de la palabra. Seguimos en esto
los pensamientos del pedagogo brasileño Paulo Freire.
[9]
Ob. Cit. p. 41
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