domingo, 8 de julio de 2012

Poemas de Papeles de trabajo, la compilación de borradores inéditos de Saer


El gusto por narrar

Subió hasta mí, por mis párpados,
el sagrado rumor, y la entrañable
presencia relumbró nítida; amplio exterminio
hizo fuego sobre mi piel única, y ahora
en lenta locura tiendo a diagramar un llameante
destello. El gusto por narrar,
reducir parrales y ríos a largas voces mudas,
me ha promovido, oh lector, y lucho
contra él, cada noche. Nunca, haciendo
de mí la transparencia más ardiente,
el mundo combatió tanto la pasión inclinada
a soportar su extraño aliento. ¡Que amanezcan *
el verbo, su material, en mi noche negra, y el fogonazo
perdure como una mañana única, perfecta!

Pero nuestros trabajos, también las llamas,
los ordena el infierno.

1967

* palabra de lectura dudosa en el manuscrito








En el día de todos los santos


En este día de todos tus siervos, oh Dios, quiero hablarte cara a cara.
Perdóname que te tutee; Colastiné duerme en paz.
Eres dios y señor de todas las piedras, de todos los ríos, de todas las plantas y de todos los animales;
pero tu nombre es una sombra fugitiva.
Quería hablar contigo desde tiempo atrás.
Si has creado el mundo, quizá sabes tanto de él como sabe mi mano de este poema inesperado que ahora escribe.  
Los hombres te soñamos poderoso, vemos tu nombre inscripto en cada estrella del cielo,
fuente de toda sabiduría, de toda gracia y de toda condenación.
Tus manos expanden la noche, tus ojos son como rayos de fuego puro.
Pero quizá tú también tiemblas, tú también dudas.

Pienso en la carne llagada de esos tus siervos, oh Dios mío.
También nosotros verteríamos nuestra sangre si la maceración se hiciera de pronto luz.
Pero atravesamos ciegos y torpes la cuerda floja que tiembla sobre el mar negro.
Nuestra sangre es anónima, fría y perecedera.
Esos tus siervos arrojaron sobre tu cuerpo oscuro sus treinta monedas de luz.
A nuestra semejanza te hemos creado, oh Dios mío.
Quizá tú también indagas en la oscuridad el fundamento de tu incierto destino,
y por las noches, desnudo en tu reino, lloras una pena solitaria.
Has hecho mal el mundo, oh Dios mío, lo has llenado de muerte y misterio,
de frágiles vidas que estallan con un incomprensible gemido.
Aire, fuego, tierra y agua, sollozan sin paz en una eterna intemperie.
Quizá te compadeces de ti mismo,
pero eres tu propio juez, tu propio testigo, tu propia víctima.

¡Oh, que haya una instancia más alta!
Desgarraremos el firmamento y pediremos por ti.

La piedra cambia sola bajo su dura corteza,
nos abatimos en el interior de nuestra piel,
los ojos del perro no nos dicen nada.

En el día de tus siervos, hablo contigo cara a cara.
Mi palabra es serena, mi queja es melancólica y es clara.
Danos, para comprender el mundo, una luz nueva que sea nuestro sostén.
Dánosla, o la arrancaremos con nuestras propias manos.
Queremos descifrar la muerte, la vida, el aire, los veranos.
Una luz libre, para nuestra condenación o nuestro bien.
Y esto lo pido en el día de todos tus siervos ultrajados. Amén.

noviembre 2 de 1963











La palabra también es visible...

La palabra también es visible, escrita en el cielo,
su forma es azul, y su textura, la del aire.
El sol dorado habla con chispas de fuego real.
No busquen
símbolos, sino una simple letra de ramas tejidas,
presencia o ausencia, o en el agua, signos turbios.
Las tormentas no anuncian un dios oculto,
los besos reflejan una dulce tentación momentánea.
Donde miremos la sombra y la luz se abrazan de amor,
sobre nuestas cabezas, en lo alto del día, la letra permanece
desde la eternidad, aguardando su sentido.
No busquen
lo que no existe en lo que murmura de amor sin precio,
la tierra virgen, dada en totalidad, acepta nuestros largos abrazos,
piedra de sueño, o sueño de piedra,
sumisa sin embargo a un orden real.

Yo no veo en los árboles sino un llamado.

21 de agosto de 1963





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