lunes, 10 de diciembre de 2012

Paisajes verbales

Una reseña a la novela "El viento que arrasa" (2012) de Selva Almada. Fue editada a comienzos de año por la editorial Mardulce, y ya cuenta con su segunda edición. Construida en un paisaje abierto, la novela constituye la paradoja de abrir el paisaje para asfixiar en él a sus pocos personajes. ¿Qué sentimos los entrerrianos al leer a esta entrerriana?

"Estaba el olor de la profundidad del monte. No del corazón del monte, sino de mucho más adentro, de las entrañas podría decirse." , fue al comienzo de ese párrafo en que decidí finalmente que necesitaba escribir sobre El viento que arrasa de Selva Almada.
Esta es la primer novela de una escritora joven que nació en 1973 en Villa Elisa, que anduvo por Paraná y que ahora está radicada en Buenos Aires. Pero es además, y con especial interés  la novela de una escritora entrerriana. Selva ha afirmado que debió distanciarse del territorio, para poder decir el territorio de la manera más precisa. En una entrevista con Sur de Babel, ella cuenta que fue "recién cuando me instalé a vivir acá y me propuse más firmemente dedicarme a escribir, empezaron a surgir historias que tenía de antes, que me habían contado, y supongo que me liberé del prejuicio de escribir de la provincia desde la provincia."
Fue accidental que me encontrará con esta novela. Hace tiempo me habían dicho el nombre de la autora, y me habían recomendado leerla. Sin embargo, pocas veces uno ejecuta efectivamente esas recomendaciones. De todos modos, una mañana -de esas que no tienen mucho sentido- quise refugiarme en alguna lectura. Encontré el libro. Me lo llevé en el colectivo a casa, en Seguí. Y lo leí allí en la tarde. Solo entonces, con ese poder tranquilizador que posee la lectura, me sentí mas armónico y vi el paisaje de una forma diferente.

Conversación 
La presencia del paisaje es lo que primero me llama la atención como lector. Por eso es mi primer pregunta a esta autora. Las pocas preguntas van por Gmail, y del otro lado Selva las contesta con la amabilidad de volver a hablar sobre una novela de la que ha hablado todo el año.
-Cuando tenía ya tu novela entre manos, me encontré con una amiga en el colectivo de regreso a mi pueblo. Me preguntó que leía y le dije que una novela que me habían recomendado de una escritora joven. Dije tu nombre, y le mostré el libro. Enseguida, como definiendote, dije sin darme cuenta y con un aire rotundo: Es una escritora entrerriana. Pensaba en eso cuando andaba por tu blog Una chica de provincia y mientras me enteraba de tu obra con ese titulo. Ante ese guiño a aquella clasificación, quería preguntarte ¿crees que ser entrerriana marca tu literatura? O más general, ¿en qué medida el paisaje donde se ha nacido se puede colar en una obra? Pregunto respecto al regionalismo que dicen posee tu novela en cuestión. 
-Sí, absolutamente. No sé si estrictamente ser entrerriana, porque por ejemplo las dos novelas que escribí hasta ahora, El viento que arrasa y Ladrilleros (que se publica en abril de 2013) no suceden en Entre Ríos, sino en el Chaco. Diría, en todo caso, que ser provinciana marca mi literatura.
El paisaje donde crecí está muy presente en el libro de relatos Una chica de provincia y no se cuela por casualidad: en mis textos el paisaje funciona casi como un personaje más, tiene autonomía, incide en la vida de los protagonistas, no es un simple telón de fondo. A mí me gusta trabajarlo en ese sentido porque creo que la geografía también nos condiciona como seres humanos... quizás el paisaje en un sentido bien amplio, un concepto que incluye cierta manera de hablar, cierta cadencia y una cierta manera de instalarse en el mundo también. Todo eso pretende ser el paisaje en mi obra. Y en las novelas que no transcurren en Entre Ríos, de todos modos el paisaje entrerriano siempre aparece: por lo general como un sitio exuberante, pródigo en colores, olores, vegetación... por oposición al páramo chaqueño.
-También creo que ese paisaje puede ser un paisaje verbal. Este mes estuve cursando Griega y Latina, y una profesora nos decía que cierto personaje presente en una novela estaba sacado del paisaje verbal de los poemas homéricos. Ese paisaje no era solo visual, sino que nacía de lo verbal hacia lo visual. Leer tu novela, y hablo desde la pura experiencia de lector, me hizo recordar a Faulkner. De hecho creo que luego de esto leeré al fin cierto libro suyo que tengo postergado. He visto también en las reseñas a tu novela la constante mención a estos norteamericanos, además de tu aprecio a los norteamericanos del sur. Pasando de la escritora a la lectora, ¿qué nos recomiendas de ese mundo, de esos escritores? Digo, ¿qué te ha llamado la atención de ellos? ¿Están presentes en tu novela?
-No hace tanto tiempo que empecé a leer a los americanos del sur... hará unos tres o cuatro años leí El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers, y Mientras agonizo, de Faulkner. Poco después llegaron los Cuentos Completos de Flannery O'Connor... y ya fue como un viaje de ida. Hace mucho años leía mucho a Onnetti y entonces pienso que, de algún modo, ya venía leyendo a los norteamericanos mientras lo leía a él, pues estos autores, sobre todo Faulkner están muy presentes en su obra. Se leían mucho en los años 50, 60, acá en Latinoamerica. Y ahora se están volviendo a publicar, a leer y me alegra mucho porque es una literatura muy rica. Supongo que lo que enseguida me llamó la atención era que ellos pudieron hacer una literatura provincial, regional pero al mismo tiempo universal Y eso es lo que yo aspiro alcanzar en mi obra. Seguro están presentes porque los leo mucho y cuando los leo trato de encontrarles sus mecanismos, de aprender de ellos.

Finalmente, Selva comenta sus nuevos proyectos: "Ahora, ya con Ladrilleros entregada a la editorial, empecé a escribir una novela nueva... en esta vuelvo, por fin, a Entre Ríos. Es una historia muy chiquita, muy simple como son, por lo general, mis historias: tres hombres que van de pesca a la isla, dos cincuentones y un chico de unos veinte años, hijo del amigo muerto de los mayores. Un fin de semana de pesca donde aparecen los recuerdos, los fantasmas... todavía no sé muy bien hacia dónde va, pero está avanzando, de a poquito."


A veces un paisaje necesita ser dicho para ser asido. Y a veces los lectores necesitamos que un paisaje sea contado. La novela de Selva Almada sorprende en un mundo globalizado -y por tanto desterritorializado- en que las identidades se difuman a la vez que tratamos de agarrarlas por donde podemos. En esa forma de vida que estamos inmersos, leer siempre puede ser una resistencia. Pero además, el acto de querer, tener la intención contundente, de contar un paisaje como se ve en esta obra es un acto aun mas poderoso. Así como se va del paisaje a la palabra, creo que puede ser muy enriquecedor ir de la palabra al paisaje. Solo entonces seremos plenamente parte de este paisaje.
La novela que cuenta la historia de un reverendo y su hija, de un mecánico y su hijo, de un paisaje, transcurre en Chaco. Sin embargo, los entrerrianos al leerla y sentir esa literatura de país profundo, no podemos dejar de sentir tocada nuestra mirada.

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