domingo, 19 de febrero de 2012

Cosas del tiempo


Como cuando de repente ves todo en cámara lenta. Así me sentí en varios momentos de esta semana. Pero el que mas grabado me quedó fue el viernes por la noche. Veía a mis amigos como si no perteneciera a ese lugar. Y, me horrorice. ¿En qué momento uno deja de sentirse a gusto con sus amigos? Creo que la respuesta más correcta debería ser nunca. Pienso en la adolescencia donde ir a la casa de ellos significó siempre escapar por horas del mundo. Con todo el éxtasis que eso supone. Era lo más cercano que pude vivir a una aventura. O, quizás, mi propia aventura al modo y manera que formé con aquel grupo de gente.
Que cerrar la adolescencia implique muchos duelos, lo acepto. Pero no soporto la idea de que también me quite esa sensación hermosa de que la noche puede pasarse en un chasquido al lado de ciertas personas.
Es el tiempo con sus cosas, que nos cambia. Aunque no quiera. Pero, ¿a su imperio quien resiste?
Mientras tanto cae el domingo por la noche, y unas cuadras me separan de aquel ritual que construimos. Solo deseo antes las estrellas que entran por la ventana, que el tiempo se compadezca de nosotros y nuestros ritos y nos deje seguir celebrando nuestra compañía.

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