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miércoles, 15 de agosto de 2012

Mamíferos sin pelo


–¡No me gustan más así! No es tan complicado. Somos mamíferos sin pelo. Necesitamos oír una voz cariñosa, necesitamos dormir abrazados. Si además se puede charlar sobre Pushkin, bárbaro. Pero el amor es otra cosa.
–¿Qué cosa?
–El amor no sirve para evitarte el trabajo de salir a la estepa cada día, a enfrentar a la muerte solo. El amor es un mandato que viene de la especie, no del individuo, y te ayuda en la medida en que te susurra que eso que va a desaparecer, tu yo individual, a fin de cuentas no es lo más importante.

[Gonzalo Garcés, El miedo amoroso de Dostoievsky]

lunes, 26 de marzo de 2012

El origen del amor

"Es efectivamente entonces el eros, desde tiempo tan remoto, innato y recíproco en los humanos, congregador de la antigua condición, es decir es quien intenta hacer uno a partir de dos y sanar la condición humana. Cada uno de nosotros, pues, es una contraseña de hombre, por haber sido seccionado como los lenguados y convertidos en uno, en dos, y busca así permanentemente su propia contraseña"
Discurso de Aristófanes, El banquete


lunes, 5 de marzo de 2012

Que alguien te busque

"-De eso ni habló mucho. Pero si dijo algo importante, y es que era al revés de lo que había pasado con el mexicano, a aquel era ella que tenía siempre ganas de acariciarlo, y con éste era él siempre quien empezaba a tocar. Y eso es tan lindo, que alguien te busque, y no tiene que ser necesariamente un hombre, puede ser... no sé, mi nieta cuando chiquita se me colgaba y es la cosa más divina de este mundo que alguien que quieras se te cuelgue de vos, y no te quiera soltar"

Manuel Puig, Cae la noche tropical

martes, 17 de enero de 2012

Decisiones

"En general no se dice que una decisión se nos aparece, las personas son tan celos de su identidad, por vaga que sea, y de su autoridad, por poca que tengan, que prefieren dar a entender que reflexionaron antes de dar el último paso, que ponderaron los pros y los contras, que sopesaron las posibilidades y las alternativas, y que, al cabo de un intenso trabajo mental, tomaron finalmente la decisión. Hay que decir que estás cosas nunca ocurren así. A nadie se le pasa por la cabeza la idea de comer sin sentir suficiente apetito y el apetito no depende de la voluntad de cada uno, se forma por sí mismo, resulta de objetivas necesidades del cuerpo, es un problema físico-químico cuya solución, de un modo más o menos satisfactorio, será encontrada en el contenido del plato. Incluso un acto tan simple como es el bajar a la calle a comprar el periódico presupone no solo un suficiente deseo de recibir información, que, aclarémoslo, siendo deseo, es necesariamente apetito, efecto de actividades físico-químicas específicas del cuerpo, aunque de diferente naturaleza, como presupone también, ese acto rutinario, por ejemplo, la certeza, o la convicción o la esperanza, no conscientes de que el vehículo de distribución no se atrasó o de que el puesto de venta de los periódicos no está cerrado por enfermedad o ausencia voluntaria del propietario. Además, si persistiésemos en afirmar que somos nosotros quienes tomamos nuestras decisiones, tendríamos que comenzar dilucidando, discerniendo, distinguiendo, quién es, en nosotros, aquel que tomó la decisión y quién es el que después la cumplirá, operaciones imposibles donde las haya. En rigor, no tomamos decisiones, son las decisiones las que nos toman a nosotros. La prueba la encontramos en que nos pasamos la vida ejerciendo sucesivamente los más diversos actos, sin que cada uno vaya precedido de un período de reflexión, de valoración, de cálculo, al final del cual, y sólo entonces, nos declararíamos en condiciones de decidir si iremos a almorzar, a comprar el periódico o a buscar la mujer desconocida."
José Saramago
Todos los nombres

lunes, 19 de diciembre de 2011

Rubores y juventud

-Únicamente cuando es una joven -respondió ella- Pero cuando una vieja como yo se ruboriza es muy mala señal. ¡Ah! Lord Henry, desearía que me enseñase usted a rejuvenecerme.
Él reflexiono un momento.
-¿Puede usted recordar algún error que haya usted cometido en sus primeros días, duquesa? -preguntó, mirándola por encima de la mesa.
-Me temo que un gran número -exclamó ella.
-Pues cométalos de nuevo -dijo él gravemente-. Para volver a ser joven no tiene uno más que repetir sus locuras.
Oscar Wilde
El retrato de Dorian Gray