miércoles, 11 de abril de 2012

habitar en un incomensurable cofre


El sábado, sin querer queriendo -como todo lo que en verdad queremos hacer- llegué a la muestra de Laura Sosa en Antojo de eco. Esto último viene a ser una hermosa casa antigua, ubicada en un rincón de la calle Italia de Paraná, donde un hombre y una mujer alquilan para hacer arte. Reconforta saber que este tipo de locuras siguen infringiéndose en el mundo de hoy. Así con la tez del asombro, anduve por la Feria de semana santa que hacian ahí y de paso chusmee la muestra de Laura.
Una muestra a la que debo decir, le tenía ganas de hace rato. Laura trabaja como docentes en El impenetrable, hacia donde va cada mes. Trabaja con un comunidad Quom del lugar y según me contó hacen diferentes trabajos artisticos. Lo que habla de un diálogo, de una construcción a partir del arte, que vuelve a unir modos de vida tan enfrentados. Y habla del arte como modo de poder decir aquello que ya nos excede. Cuando volví entré en crisis, dice Laura y nunca me sonó tan hermosa la palabra crisis como cuando la dijo. Porque se sabe de qué crisis habla, de esas que tiran abajo supuestos y construyen verdades.
Obviamente, su crisis fue transformandose en arte. En pinturas. Pinturas que conforman su muestra "...habitar en un incomensurable cofre..."

II
Laura descubrió, casi por azar -como todo lo que debe ser descubierto- que una pareja de viejecitos conservaban telas estampadas en un cofre. Esas telas eran el mundo, o más, el universo, que habitaban. Era su universo. Por ello, como debe ser, Laura tomó telas, pintó sobre y con ellas, y nos mostró por la rendija de su obra que es posible habitar el mundo en un incomensurable cofre.

III
Hoy la conocimos a Liro. Vive en La Boca, y desde hace tiempo con los chicos del Alde humanidades queríamos comenzar a andar el barrio. A andar ese barrio precisamente, comunidad santafesina de pesqueros nacida a la vera del río casi por obra del tiempo. De gente que vivió en islas, que tiene su propia mitología, que es víctima de la más cotidiana discriminación. De gente que tiene una historia qué contar, una historia que jamás se ha escrito por motivos harto conocidos. De gente que es gente, cuando ese don se nos perdió. Quizás eso fuimos a aprender cuando llegamos a su casa, y en un  santiamen, tan desconocidos como llegamos, estabamos sentados en su mesa, compartiendo su mate y compartiendo su historia personal. Capaz porque la verdadera gente no le niega un mate, una mesa y el afecto de sus palabras a nadie.

IV
Liro no puede dejar de sacar fotos de una caja de zapatos. Allí guarda algo más que sus recuerdos. Guarda, creo, su manera de pararse frente a la vida. Con orgullo -o mejor, con Amor- nos muestra las fotos de la Agrupación chamamecera que dirigió, del comedor comunitario que dio de comer a vaya saber uno cuanto pibe, fotos de cuando 'los políticos' la usaron, una nota en donde se entrega un ropero detrás de un eslogan de campaña que capaz y resume todo lo que 'política' ha sido hasta hoy. 
Y de repente, es tarde. Recién llego a casa, y han pasado unas cuantas horas desde que nos despedimos de Liro. Y, como unidas por un hilo, las palabras de Laura y el cofre de Liro se me unen. No, no podré dormir. No mientras no vomite unas palabras, y trate de -como decía una gran poeta- peinar bien los monstruos que llevo dentro. Pienso -quiero creer, deseo, necesito creer- que habitamos un incomensurable cofre. Tengo la esperanza poetica de que todos llevabamos un cofre dentro nuestro. Como el cofre de los viejitos Quom. Como el cofre que Laura nos abrió en su muestra. Como el cofre que Liro nos puso sobre la mesa esta tarde. Tener la esperanza poetica -y politica- de que si juntamos las piezas, si abrimos nuestros cofres, el mundo será un lugar más maravilloso. Sé que suena estupido, pero seamos estupidos para soñar al menos una vez. 
Si todos hemos nacidos huerfanos del mundo, ¿qué nos alejó? ¿Por qué están alejadas La Boca y Altoverde? ¿Por qué nos cuesta tanto mirar al otro, decirle que necesitamos su historia, que necesitamos aprender de él? Si todos, al fin y al cabo, habitamos el mismo cofre. Un cofre que sigue siendo hermoso, pese a todo. Así como La Boca en esta tarde, entre tanto derecho violado, seguía siendo hermosa. Tan hermosa como debe estar ahora mismo, iluminada por la Luna. 

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