viernes, 20 de abril de 2012

pájaros en la cabeza, viernes 13 de abril, qué fácil es volar

¡Qué fácil es volar, qué fácil es!
Todo consiste en no dejar que el suelo
se acerque a nuestros pies.
Antonio Machado

Unas gotas del trabajo, que nos demuestran que es fácil volar. Volar, porque fue esa la palabra -mágica y maravillosa- que usó Alicia esa tarde para describir lo que sucedería con los chicos. Acá van a volar, dijo para nuestra alegría.
Y con Araceli nos sonreímos como diciendo, como recordando, aquellos versos de Machado. Y sí, al final, qué fácil es volar.
Los chicos crearon historias a partir de fotos. Las historias viajaron al Taller del Centro Literario, donde fueron intervenidas en sus finales, y devueltas a los niños.

Martín y la sirena o La sirena y el viaje de Martín o El viaje de Martín en el tren feliz...

Martín estaba esperando el tren para ir a Buenos Aires. Llegó tarde, tardísimo. Y esperaba y esperaba.
Mientras esperaba, llegó el tren. Pero en vez de llevarlo a Buenos Aires, lo llevó a Paraná.
Cuando Martín se subió, se dio cuenta que el tren era feliz. Porque había comida y muchos asientos.
Por eso, él estaba feliz también. Le dio un beso a una sirena allí sentada, se casaron, vivieron felices para siempre y se sentaron ambos en sus asientos.
Pero, de tanto vivir felices para siempre, a la sirena le dio sed. Fue Martín a buscar agua y cuando volvió ya había nacido su hija Belén.

Y de golpe, una sirena, pero no de las de agua (¡ojo!) lo despertó. Era el tren que al fin llegaba, para llevarlo a Buenos Aires.

Camila y el muñeco
Había una vez una señora que estaba embarazada de un bebé. Nació el bebé, era una nena y se llamó Camila. Ella era muy linda, tierna y mimosa. Se reía y jugaba con un muñequito. Tenía los ojos muy grandes y gordos cachetes.
Su mamá estaba muy contenta de su hija, era el tesoro más valioso que había tenido en su vida y le ofrecía todo su tiempo y amor.
Pero esa mamá también estaba curiosa, asombrada porque había algo que no tenía explicación para ella. Más de una vez había escuchado una canción de cuna que provenía del dormitorio de la bebé. Era todo un misterio, ¿quién podía cantar esa bella canción que hacía dormir su nena tan plácidamente? 
Una noche apenas escuchó esa música, se levantó y espío por el agujero de la cerradura y ¡oh sorpresa! Quien cantaba era el muñeco, que según parece no se conformaba con hacerla reír cuando estaba despierta sino que también le cantaba para que se durmiera.
foto de Paula Ledesma

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