viernes, 6 de abril de 2012

pájaros en la cabeza, viernes 30 de marzo, los jacarandaes están con autoridad


Es treinta ya. Se ha acabado el mes y no hemos hecho la revolución, me dice en la memoria Gelman cuando recuerdo el poema suyo que leí en la secundaria. Suelo creer que uno cada día pierde cosas, y de hecho mis intentos de poesía de los últimos meses tienen esa gran pregunta. ¿Cómo se guarda un pueblo en un aliento? El ir de aquí para allá cada semana, hace que uno se vuelve un tanto nómade y que no sepa si realmente las experiencias están formando parte de lo que llamamos vida. La tarde de Taller, una tarde hermosa por cierto, ¿permanecerá en nosotros por siempre? Más importante aún, ese taller como práctica pedagógica, ¿que impacto tendrá en la memoria de los niños? Es tanta la carencia con que uno está frente al chico que se vuelve imposible no verlo así. Quizás por eso la docencia es en sí misma un acto de amor: Uno le da todo lo que tiene al chico, y mejor que gran parte de eso sea amor.
Aquella tarde, con Araceli invitamos a Silvina Voltolini para que nos cantara a todos en el Taller la canción que realizó para el centenario de Seguí. De esa canción, una imagen me quedo muy presente desde la primera vez que la escuché: Los jacarandaes de la plaza están con autoridad. Y pensándolo bien, es raro como funciona nuestra memoria respecto a la literatura. Hay cosas breves, pequeñas partes del mundo que hemos leído, que nos ha atravesado, que nos quedan lucidamente. Perdemos nombres, sucesos, títulos, pero el hecho literario en sí mismo está allí: Nos ha deformado la mirada, nos ha atravesado, nos ha transformado. Nos ha dado vuelta los ojos, me tienta la tarde a decir, de tal manera que los jacarandaes de la plaza se miren desde entonces como seres con autoridad.
De manera que la ocasión nos invitó a ir a la plaza, a cerrar nuestro primer mes hecho de tres breves encuentros, con aquella canción, con las palabras de Silvina sobre los árboles de la plaza, y con los chicos pintando. La escena está aquí, así que por lo menos la traduzco mientras mis ojos la siguen observando: Santino, acostado sobre el suelo, dirigía uno de los afiches indicando de que color sería el fondo, con Araceli explicando como usar nuestros dedos como pinceles, y unas risas por fondo musical.
Las obras realizadas colectivamente por los chicos aquella tarde se llamaron Lluvia de jacarandaes y Tormenta de flores. Títulos ambos propuestos por ellos.
Debo decir que como primer mes de Taller ha sido excelente. Solo dejándonos llevar por los chicos, por los autores, por la música. Y mientras veía los jacarandaes, mientras caminábamos de vuelta a la Biblioteca con Aracelí y los niños, pensaba que no Gelman, que esta vez el mes ha pasado pero nuestra pequeña revolución de sonrisas sí ha comenzado....

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