La mente se fragmenta,
dispersando los pedazos de tal manera
que ya ni conocemos nuestro rostro.
Una pequeña sonrisa
entreabierta en la comisura de sus viejos labios;
un pequeño recordatorio de lo bello.
Olvidarlo todo, y solo quedarnos con el viento.
Los picaflores doman el viento que arremete
sobre un cielo que a lo lejos se dice rosado,
juntando los pedazos de lo que sabemos e ignoramos ser.
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