domingo, 13 de mayo de 2012

Los bichitos de luz de Seguí- Experiencias pedagogicas para multiplicar.




Desde hace un tiempo, en Seguí algo chiquito está sucediendo. Quizás somos pocos los testigos. Pero está sucediendo. 

Antes de julio del año pasado, la insistencia de la Seño Mery nos llevó a varios integrantes del Centro Literario a su aula de Tercer grado en la Escuela 61. Se trataba de pasar parte de esa tarde en un Taller de Cuentos junto a los chicos. Aquel día, armamos relatos a partir de imágenes recortadas de revistas. La experiencia fue buena, y cada chico creo su relato durante una primer hora. Mientras que durante la segunda, se dedicó a 'arreglarlo', ver si realmente decía lo que había querido expresar. Y así terminamos la cuestión sentados en ronda, leyendo lo fabricado por los chicos. Aplaudiendo luego de cada relato mutuamente.
Esa tarde me pareció fantastica. El Centro Literario viene trabajando desde hace rato con Talleres y sosteniendo medios de difusión de la Literatura, participando de otras experiencias y creando libros; pero por primera vez, una docente nos había invitado a compartir una experiencia de ese tipo. Es decir, nos había reconocido como actores sociales alrededor de la literatura.
Eso, en la realidad seguiense significaba mucho.
De todos modos, lo más interesante era que la cosa no quedaba ahí. Los cuentos iban a formar parte de un libro artesanal fabricado por los niños junto a sus familias. Cada chico había escrito un relato junto a su familia y lo había traído a la escuela. Su maestra los había recopilado, y luego había creado el espacio para que los chicos escribieran sus propios relatos. El resultado fue un hermoso libro de cartón y cartulinas, titulado “Cuentos en familia”, que reunía todo lo trabajado más las imágenes a partir de las cuales se había hecho aquel taller. Obviamente, que el Taller permitió vivir de cerca con Mery el proceso y volvernos en cierta manera cómplices de aquello.
Tal es así, que no me sentí desprendido de la experiencia. En vez de eso me sentía más embuido en ella.
Por eso, cuando Mery me dijo que existía la posibilidad de participar de un Concurso como “Juntos por una Argentina lectora”, no dudé en embarcarme. Así fue que durante dos semanas, para cumplir con los requisitos del concurso, practicamos diversas formas de lectura dentro del grupo. Anotando cómo reaccionaban los chicos, y resumiendo toda la experiencia en un trabajo final. Trabajo que se llevó el primer premio a nivel nacional.

Bueno, ahora, con cierta distancia, elijo escribir sobre eso. Lo elijo porque mi Profesor Mauricio me invitó a colaborar con esta publicación tan interesante que implica a docentes creando sus propios medios para hablar de sus temas. Y este me parece un buen tema para hablar. Lo hablo como alguien que terminó sin querer metido en esa experiencia. Porque ganar aquel concurso no signficaría nada si no nos hubiese parecido imposible hacer algo así desde Seguí. ¿En qué cabeza cabía que nuestro pueblo, tan poco adepto a darle un lugar social a la lectura, reaccionaría tan bien a una experiencia de este tipo? Y digo reaccionaria, porque durante el trabajo necesitamos de gente del pueblo que se prestó de buena gana a jugar, a darnos información, a hablar.
El concurso se ganó y dieron ganas de hacer otras cosas, como organizar por primera vez la Maratón de lectura desde la Escuela primaria. Que chicos de sexto grado vinieran a leer a los del turno tarde, que dedicaramos un día a pensar la lectura. A abrir las siempre tan cerradas bibliotecas.
Eso permitió que con Araceli nos fuera factible soñar un Taller literario para los niños de Seguí. Un Taller organizado desde Agmer Crespo-Seguí, que nos ayuda a crear, a darle, un lugar a la literatura para chicos.
Leer es una experiencia compleja. Y eso estamos entendiendo en Seguí ahora. Que la Literatura exige ser entendida como Literatura, no le pidamos que sea moralizante, que tenga buen gusto, o que enseñe las tablas. La Literatura es eso, es lo raro, lo que está al borde, por tirar algunas palabras, de las cuales siempre se esquivara. Porque ella es indefinible. Se trata de aventurarnos a leer un cuento sin tratar de explicarlo, de corregirlo. De buscar fundamentos que avalen propuestas pedagogicas que tomen a la Lectura como la experiencia social que es. Animarnos a leer a Graciela Montes, Ana María Machado, Laura Devetach, ver que nos dicen sobre la literatura infantil en la sociedad y en el aula. Animarnos a ver de qué se trata eso de “Gramatica de la fantasia”-libro que, dicho sea de paso, me compré luego de ver la cita en esta Revista-.
Quizás suena a suplica esto que escribo, porque en cierta manera lo es. Cuando yo iba a la escuela primaria, este tipo de espacios no existían. No teníamos un “Espacio de lectura” como el que mantenemos con Mery los viernes a la mañana, donde se lee autores como Bodoc, Walsh, Basch, y tantos otros, para los chicos. Y cuánto bien nos hubiera hecho.
Ayer, con Araceli, estabamos en la Biblioteca de Seguí preparando algunos Talleres siguientes y escribiendo sobre la fabricación de libros artesanales en el Taller. Estabamos en eso cuando encontrámos una poesía de Laura Devetach que decía:

El bicho de luz
engaña
se convierte en ascua
camina en las sombras
como si fumara.
Nunca soples
un bicho de luz.
Puede convertirse
en un incendio.

Y esa advertencia de Laura me parece que es de esas que se han hecho para ser rotas. Para que como niños haciendo una travesura, vayamos y soplemos los bichitos de luz un poquito. Y veamos el incendio, el hermoso incendio que se provoca. Como el de los bichitos de luz de Seguí.

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