domingo, 23 de septiembre de 2012

Ser y estar en poesía



Un cielo negro, negro
caen hojas sin color.
Alguien muy bueno las pinta.


Mi corazón es un loquito.
Mi corazión es un trabieso.
Mi corazón es un colorido.
Mi corazón es un juguetón.
Mi corazón es un peligro.
Yo soy la primera luna dormida.
Yo soy el pájaros pintor.
Yo soy el atardecer de los colores.
Yo soy la flor con el color
maraviyoso de los colores de una flor maravillosa.
Yo soy el sol amarillo
pero bien amarillo.
Soy el color de los colores.
Textos producidos en el Taller La Ventana,
de la Escuela N° 8 DE-19° de Villa Soldati, Buenos Aires.





La poesía no se encuentra. A la poesía se entra. Sí, se entra. Se entra como si uno se sumergiera en el mar, como si uno pisara arena descalzo. Se entra en poesía porque la poesía es un territorio. Porque cada territorio implica un tiempo y un espacio. Y la poesía es otro tiempo y otro espacio. Porque cada territorio tiene fronteras. Ya la poesía es una frontera, indómita, indomable, indecible pero frontera al fin. Porque cada territorio nos hace sentir dentro de ese territorio. Y estar en poesía es algo que se siente.
¿Demasiado poético? Lo poético no puede definirse desde otro lugar que no sea la poesía misma.
Para entrar en poesía, aviso, no hay senderos, no hay carriles seguros. No hay camino que no sea el instinto por tratar de entrar en 'esos otros mundos' que están, obviamente, en este. Lo cual implica una fe en la existencia de otros mundos en este. Aquí nuestro pirmer compromiso: La fe en lo poético.
Lo poético como un territorio al cual se puede ingresar, y desde él estar. Por tanto, lo poético es una forma de estar en el mundo. ¿Qué viene a ser 'lo poético'? Esa será una de nuestras primeras preguntas con respuesta incierta. Veamos qué dice una escritoria infantil, poeta y estudiosa de estos temas, Laura Devetach: “Me gusta referirme a uno de los aspectos de lo poético como el ejercicio de la libertad de lenguaje para expresar nuestras cosas: las que sabemos, las que sentimos, las que no sabemos, las que sentimos y no tienen palabras para ser explicadas. (…) Siempre los poetas hablaron del “desorden de los sentidos”, es decir, encontrar nuevas dimensiones para penetrar la realidad. Neruda toca la realidad con los ojos, escucha el mar con la piel. La disponibilidad para percbir o expresarse a través de cualquier arte reside quizás en ser o estar sensible, o sea, en poder dejar libres a los sentidos para que cumplan sus funciones de descubridores del mundo. Pero no solamente para procesar datos por la vía racional y práctica, sino a través de la emotividad.”
Recurramos a una escritora para verlo más claramente. Clarice Lispector nos cuenta en El juego de pensar, incluido en “Revelación de un mundo”:

Una vez por ejemplo -en el tiempo en que mandabamos a lavar la ropa afuera- estaba yo haciendo la lista. Tal cez por el hábito de poner títutlo o por unas súbitas ganas de tener un cuaderno prolijo como en la escuela, escribí: lista de... Y fue en ese instante cuando aparecieron las ganas de no ser seria. Es ésta la primera señal del animus brincandi, en materia de pensar- como hobby. Y escribí aguda: lista de sentimientos. Lo que quise decir con esto tuve que dejarlo para más adelante -señal de que estaba en el camino correcto y no me afligía por no entender; la actitud debe ser: no se pierde por esperar, no se pierde por no entender.
Entonces empecé una listita de sentimientos de los cuales no sé el nombre. Si recbio un regalo hecho con cariño por una persona que no quiero -¿como se llama lo que siento?. La falta que se siente por una persona que ya no queremos, ese dolor y ese rencor -¿como se llaman?. Estar ocupada -y de pronto detenerme por haber sido invadida por una súbita indolencia dulcificadora y venturosa, como si una luz de milagro hubiese entrado en la sala: ¿cómo se llama lo que he sentido?

No reprimir ni desdeñar este tipo de 'sucesos' es lo que nos permite tener una disponibilidad respecto a lo poético. Graciela Montes dirá que estar cerca de la infancia siempre mantiene abierta esa disponibilidad poética puesto que lo poético es natural de la niñez. Sobre ello volveremos luego seguramente, puesto que la relación de Niñez y Literatura es ineludible al hablar de Mediación de lectura.
Mientras tanto estamos en la busqueda de nuestro equipaje poético.
Así que allí vamos. Buscar lo poético dentro del mundo. ¿Qué es lo más cercano a nosotros que tenemos del mundo? Pues, nosotros mismos. Y este será nuestro primer paso: Buscar los elementos poéticos dentro de nosotros. Ver qué otros seres habitan en nosotros.
Buscar nuestro equipaje poético implica ver con qué elementos poéticos hemos llegado a este momento, a esta biblioteca, a este taller, a este grupo. Seguramente, lo primer que uno piensa es que no posee elementos de este tipo. Agradezcamos pues que esa afirmación sea una equivocación.
Todos poseemos enormes textotecas internas. Donde circulan, se afirman, nos habitan, reprimimos, defendemos, echamos, ponemos sobre la mesa, textos, palabras, frases y más aún sensaciones. El lenguaje es caracteristico de lo humano. Y siempre los humanos hemos querido domarlo. El lenguaje, indomable, se las ha arreglado a través del tiempo para seguir siendo inescrutable. Veamos un ejemplo de esa capacidad indomable del lenguaje. Montes cuenta una anécdota:

“Tenía once años. Escuela de monjas. Me castigan por hablar en clase, o por reírme, o por no respetar algún retiro espiritual (la verdad, no recuerdo el motivo). La penitencia consiste en ir al refectorio (nombre ominoso, incomprensible para mí en esos tiempos, que vinculaba vagamente con “perfectorio” y por lo tanto con las imperfecciones y las culpas). Me aburría. Me aburría infinitamente; la tarde se mne hacía inmóvil, inacabable. Me daban permiso para tener un libro en la mano y yo elegí el diccionario. Sin salir de mi rincón de penitencia, busqué mis dos palabras: “culo” y “teta”. No me interesbaa el artículo en realidad, lo que quería era ver escritos “teta” y “culo” ahí en medio del “perfectorio”. Las leía una y otra vez con cuidado y una vaga sonrisa. Me daba cuenta que esas letras así ordenadas, en esa breve secuencia, bastaban para hacer temblar las tapas del diccionario, forradas en papel de araña azul, con etiqueta, para alterar el ritmo de los pasos que resonaban por el pasillo del convento, para que tamblaeara el refectorio todo, mi tirste texto aburrido, la penitencia. Eran, en esa oscuridad, palabras violentas y destellantes, y yo me sonreía en secreto y en silencio.”

Afortunadamente, la lectura y la escritura son zonas en las que no se puede transitar sobre seguro. El lenguaje sigue ahí, tan indomable como de costumbre, y nunca se sabe qué sucederá cuando se comienza a leer. Por eso, cada acercamiento a lo poético tiene algo de Zona liberada. Algo de peligoroso. Y por lo tanto, algo de sospecha. La lectura, sin instituciones que la quieran amoldar a sus medidas, es liberadora de lo humano.
Volviendo a nuestros puntos de partida, tenemos por un lado un territorio, y una búsqueda.
Solo buscando lo poético podremos entrar en ese territorio y desde allí construir un puente -La mediación de lectura no es otra cosa sino esto- para que el otro también lo cruce.
Como no podemos darle al otro lo que no tenemos, nos dedicaremos a buscar lo poético en nosotros mismos durante este tiempo. Y desde allí, propondremos acercamientos a través de la mediación de lectura.

 Apunte para el Primer encuentro de Mediacion de Lectura (Octubre 2012)
Biblioteca Esos Otros Mundos - Barriletes

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