Ahora que estoy acá, después de treinta años, en un castillo enorme no es como en mis juegos con cajas de cartón cuando me sentaba en el barro con los dedos acariciando las mojarras y miraba del otro lado del rio. Sí, justo enfrenté veía ese castillo que les conté al principio. Y claro, yo era gurisa, vivía en una choza de chapa, cañas, madera y otras cosas que podíamos encontrar.
Era obvio lo que soñaba, lógico, esperado. Y sin embargo, estoy acá, en este momento vivo en ese castillo, de este lado del río, donde todo parece magnifico para una niña como lo fui yo.
Pero no, el río me engañó como el astuto Odiseo al gran Cíclope, me reflejó la realidad perfecta en donde yo era princesa, pero no fue más que eso, un reflejo.
Ahora, mientras friego y refriego las siete mesadas del enorme castillo rememoro todo ese juego de niña ingenua y una lágrima da saltitos por mi curtida mejillas, pero a la vez sonrío, de este lado del río...
Este cuento fue realizado en el Taller de Mediación de Lectura
No hay comentarios:
Publicar un comentario