miércoles, 28 de noviembre de 2012

Lecturas íntimas y públicas de Zelarayán

Ricardo Zelarayán. ¿Les suena?
Zelarayán tiene todos los elementos para ser uno de esos 'poetas de culto', donde culto quiere decir casi siempre oculto. Y como es uno de esos poetas que se nombra de boca en boca y sobre los que poco se habla, elijo reproducir una lectura de Zelarayán más bien intima, en la intimidad que las situaciones de Taller pueden construir.

I
Zelarayán es un poeta entrerriano. Paranaense para ser precisos. Encontré la recopilación que hizo Argonauta de sus poemas, bajo el título de Ahora o nunca en la mesa de Novedades de la Biblioteca Popular. Él nació en el 1922 en esta ciudad, para morir en 2010 en Buenos Aires. Una provincia a la que se fue en su momento a estudiar medicina. Esos estudios que pronto abandonaría para andar por ahí redactando, escribiendo y traduciendo. Y nos importa tanto ese 'escribiendo'. Zelarayán escribió una poética única que se esconde muchas veces en los anaqueles. Por eso, tomé ese volumen  caro para el bolsillo del estudiante, y agradecí para mis adentros que la Biblioteca lo haya comprado. Con él en la mochila me fui a Buenos Aires esos días. Leí el que se dice es su poema esencial, La gran salina, por la mañana en un tren. Aún rebotan versos de esa lectura en mí.
En la esquina de la Facultad de Filosofia y Letras de la UBA hay una librería. Y afuera de esa librería hay una mesita. Y es en esa mesita donde hay toda una hilera de libros de la editorial artesanal Eloisa Cartonera. Ahí encontré Traveseando. Un libro, el mejor de su poesía dirá el poeta en cuestión, hecho en ese campo mil veces intervenido de la 'literatura infantil'.
Ya estaba decidido. El libro que me llevaría de recuerdo de ese viaje sería ese.

II
Traveseando, está hecho de varios textos breves que profundizan a medida que se lo lee su carácter poético. Podemos decir que hacen una incursión explicita en la fantasía  pero también debe decirse que practican lo poético de una manera peculiar. El libro se abre con la confesión de un paraguas, y pasa por preguntas tan hermosas como quien se moja más cuando llueve, si quien corre o quien va despacio.
Esa semana abría mi Taller de mediación de lectura en la Asociación Civil Barriletes, así que trabajé con los textos del libro. Cada integrante del Taller debía leer el texto que le había tocado, casi sin querer, con el azar como organizador, y luego hacer un pequeño acto de mediación entre esas palabras y otra persona. Sofia, de 21 años, dijo que se habia sentido niña nuevamente con esa lectura.
Mientras tanto tenía que sacar otro libro de la Biblioteca, así que solamente me detuve en otros poemas de Zelarayán contenidos en Ahora o nunca. Así me encontré con Una traza. No me llegó. Me molestaban esas largas ondulaciones de palabras, ese juego fonético. Dejé de leer. Me enojé.



III
Devolví el libro y me olvidé de su poema un rato. A las pocas semanas, me enteraría en la noche de un lunes que habían incendiado intencionalmente la Sala de Jardín de Infantes en que enseña una amiga. Con ella damos un Taller Literario Infantil. Intercambiamos lamentos por Facebook. No entendíamos nada.
Entonces, mientras trataba de dormir un rato después -después de haber hecho el Repudio, de habernos informado entre el resto de la gente del Gremio en que ambos militamos, de ver qué se podía hacer- pensé en esa falta de sentido de las cosas. Leía en esos días una serie de conferencias de Michèle Petit tituladas Lecturas: del espacio íntimo al espacio público, y sentí que la lectura podía construir sentido donde no lo había. Eso que esta francesa repetía tanto. En especial cuando daba el caso de la lectura en los hospitales: La lectura puede ser reparado cuando es plena.
Por eso ese viernes en el Taller infantil preparamos un "Cuaderno de lecturas", de lecturas para reparar, para construir sentido ante lo que sucedía.Fue armando ese Taller que me encontré de nuevo con los relatos de Traveseando.
Esa tarde, en el Taller, Candela (de ocho años) se enojó mucho con Zelarayán. "No entiendo esto, no sé que quiere decir", me decía mientras leíamos "Subir, bajar y otros sueños más" (Ese que empieza diciendo: El agua puede bajar por una escalera pero no puede subir, lo mismo que la pelota. La hormiga no sólo puede subir y bajar, por una escalera y por todas partes, e incluso caminar cabeza abajo.) Se trato de aprender a sentir y buscar significado donde aparentemente no lo hay. Al final logramos llegar a algún lado. Pero estaba visto que Zelarayán incomodaba y molestaba. Yo me había sentido cómodo con Traveseando pero no con aquel poema.

IV
Son las dos y media de la mañana. Con la notebook en el suelo termino de seleccionar los poemas para el Taller del jueves. Es el último encuentro del Taller de Mediación de lectura. Decidimos, varios encuentros atrás, que cerraríamos el Taller con nuevas lecturas, con la apertura de nuevos caminos por los que andar como lectores mediadores. Se me cruzó Zelarayán en la cabeza. No lo incluí. Ya era tarde, así que guardé el documento de word y me subí a la cama. Acaricie al chico con que salgo desde hace un tiempo. Me preguntó si ya había terminado, le dije que sí y nos preparamos para dormir.
Él se durmió antes que yo. Entonces me quedé despierto, e inevitablemente pensando en él y en esa situación. Así fue que me levanté de golpe y fui a la computadora. Puse en Google el nombre del poema de Zelarayán -Una traza- y enseguida lo encontré. Entonces leí, nuevamente. Y entonces entendí el poema de Zelarayán en cuanto entendí el mundo que en ese momento vivía. En cuanto comprendí que la mirada de aquel chico era sólo un recuerdo hasta mañana...


Las trizas no se ven.
¡Oh gran sorda al viento!
El viento hace trizas el tiempo.
El día se ha vuelto oscuro
para volverse a aclarar,
para ser otro día.
Mi larga espera no puede ser siempre.
El amor tiene que estar aquí...
no a cien leguas a la redonda.
El gallo despierta,
el pájaro doméstico del canto de la
madrugada.
Mis ojos comienzan a licuarse en contacto
con la luz.
Pero la llamarada sin estrépito del corazón
no despierta a los vecinos.
Ella (es decir vos) ya duerme
pero yo sigo despierto.
Ella dejó todo para mañana.
Es hora, me dijo.
Yo me he quedado como pez fuera del agua
de su mirada...
Feliz de vos (de ella),
por Dios te (me) oiga,
porque yo no estoy tan seguro
de hasta mañana.
Hay una gran diferencia
entre el soñador y el dormido/a
Entre los pájaros que duermen
y el gallo, cantor del alba.
Entre sus ojos cerrados
y mis ojos abiertos.
Todos están afuera (aunque duerman),
todos se han ido
hasta mañana.
Los que duermen han cerrado su sueño
con siete llaves
hasta mañana.
Los insomnes de amor y los otros
se quedan,
esperan.
Y yo visito una fábrica de encendedores
perdidos.
(Hoy no sólo se fabrican objetos para tener
sino también
objetos para perder.)
Pero los encendedores perdidos
no hablan con los paraguas perdidos.
Y yo me voy, pájaro negro,
con el paraguas infinito de la noche
acribillado por tus miradas,
por el recuerdo de tus miradas.
La madrugada es dura
como el pan del olvido.
Tu mirada es sólo un recuerdo
hasta mañana

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